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ACIANO AZUL

jueves, junio 20th, 2013

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El aciano (azulejo, cornflower blue, bleuet, bachelor’s button, amapola azul, clavel azul) es una planta anual, de ricas y encantadoras flores azules. Pertenece a la familia de las Asteraceae, como las margaritas. Se apoda «flor del maíz» y es originaria de Europa Central y meditarránea, en donde crece en forma silvestre en los campos de cereales –de allí su apodo- y desde donde se ha propagado y naturalizado en numerosos países de todos los continentes, excepto África, probablemente introducido, a través de sus semillas mezcladas con los granos de cereales, a lo largo de la historia del comercio. En la antigüedad los agricultores lo eliminaban con sus herramientas, por considerarlo una mala hierba. Hoy día es una especie en peligro debido al uso excesivo de herbicidas.

La historia del nombre del aciano se remonta a los antiguos griegos. La mitología griega se ha referido a él como la flor de propiedades curativas; de hecho, su nombre científico, en latín, es Centaurea Cyanus en honor a un centauro mítico que los antiguos griegos adoraban como el padre de la medicina.
En la cultura anglosajona y celta, la flor fue usada en cuentos populares y leyendas románticas y de allí su apodo de “insignia de caballero”: su aspecto recuerda a un botón de tela que los caballeros usaban en la Edad Media, llevado como una especie de amuleto de la buena suerte.

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La vistosa flor de aciano es hermafrodita y tiene un intenso color azul, formada por un gran anillo de flósculos largos, más claros, que se irradian en torno a un disco redondo de flósculos cortos de color azul-violáceo más profundo. Florece en el verano europeo, de junio a agosto.

Varios países la han tomado como símbolo, sobre todo los países bálticos. En Estonia es la flor nacional y simboliza el pan de cada día y el liberalismo. La provincia sueca de Östergötland lo tiene como su flor oficial. También es la flor nacional de Alemania.
El aciano es el símbolo de la lucha contra la esclerosis lateral amiotrófica y enfermedades de las neuronas motoras.

USOS Y PROPIEDADES BENÉFICAS PARA LA SALUD
Las flores de la planta y los brotes se pueden comer crudos o cocidos. Tienen un sabor dulce y picante, similar al clavo de olor. Se pueden utilizar en ensaladas, como aderezo, en muffins de harina de maíz, como tintura en confitería para colorear el azúcar. Los pétalos se utilizan en la elaboración de blends de té, de los cuales, el más conocido es el Lady Grey (en DaCha, Maia y Kolya).

A partir de los pétalos de la flor se puede obtener una tintura de color azul oscuro que se puede utilizar para teñir ropa y lanas.
En perfumería, los pétalos secos se utilizan en pot-pourri.
En cosmética, el aceite esencial de aciano se utiliza en productos de belleza para el cuidado de la piel, ya que tiene propiedades anti-inflamatorias y calmantes; su efecto es similar al del aceite esencial de manzanilla.

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El aciano contiene antocianos, flavonoides, polisacáridos heterogéneos como mucílagos y pectinas, alcaloides indólicos y sales minerales y un principio amargo de naturaleza desconocida, entre otros compuestos.
Los flavonoides son los pigmentos responsables de la coloración de las flores, los frutos y las hojas y eso les hace tener gran importancia como marcadores quimiotaxonómicos. Son considerados vasoprotectores, es decir, disminuyen la permeabilidad de los capilares y aumentan su resistencia. Poseen actividades demostradas como captadores de radicales libres, inhibidores enzimáticos, antiinflamatorios, antialérgicos, hepatoprotectores, antiespasmódicos, diuréticos, hipocolesterolemiantes, antibacterianos, antivirales y anticancerígenos in vitro e incluso se han descrito como ansiolíticos sin causar los efectos sedativos y miorrelajantes de las benzodiazepinas.
Los antocianósidos aumentan la resistencia de los capilares y disminuyen la permeabilidad capilar. Tienen propiedades vasoprotectoras, antiedematosas, antioxidantes y favorecen la regeneración de la púrpura retiniana.
Los taninos tienen propiedades astringentes, antidiarreicas, hemostáticas, antiinflamatorias y antisépticas. Para aplicación tópica, impermeabilizan las capas externas de la piel y las mucosas y protegen las subyacentes, además de producir un efecto vasoconstrictor. Se utilizan para el tratamiento de afecciones de la piel, heridas, quemaduras y hemorroides. Internamente, protegen ante inflamaciones de las mucosas de la boca y la garganta, insuficiencia venosa y fragilidad capilar. Más recientemente se han descrito interesantes propiedades antivirales, antibacterianas y antitumorales.
El principio amargo actúa como aperitivo y eupéptico, los flavonoides y las sales potásicas tienen propiedades diuréticas.
El agua de aciano, obtenida por la decocción de sus flores, se utiliza por su notable efecto antiinflamatorio, aplicada sobre los ojos. Los lavados oculares con esta agua mejoran eficazmente los picores y la irritación de los ojos. También dan un aspecto fresco y estirado en los párpados cargados.

CONTRAINDICACIONES Y PRECAUCIONES
Es preferible no usarlo durante el embarazo y en caso de alergia a las margaritas o al polen de crisantemos, ambrosías o artemisias.

En DaCha, encontralo en los blends MAIA Y KOLYA y HOME.
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Para cerrar, leamos juntos este cuento para niños, del libro «Flower Stories», de la serie «Her Phyllis’ field friends», escrita por Lenore E. Mulets (pseudónimo de Mary Muller 1876-?) en 1904 y, en cuyo prefacio la autora nos dice:
«Cuando las flores del campo y el jardín alzan para ti sus brillantes rostros, ¿puedes llamarlos por su nombre y darles la bienvenida como viejos amigos? O, después de haber pasado a su lado cientos de veces, ¿son desconocidos para ti, aún?
En este pequeño libro de «Historias de flores», sólo se han plantado nuestros amigos más familiares. Sobre ellos se han tejido nuestros poemas, canciones y cuentos favoritos.
Ha sido la intención de la escritora agruparlos y hacer hermosos e interesantes los hechos que ya conocemos o que estamos listos para descubrir si sólo abrimos los ojos y leemos el libro de cuentos de la Madre Naturaleza, que contiene tantas páginas encantadoras.»
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EL ACIANO Y LA AMAPOLA
Hace mucho tiempo había un rey que tenía una hermosa hija. Se le daba todo lo que ella deseaba. Sirvientes y damas de compañía esperaban a cumplir sus órdenes.
Así sucedió que la pequeña princesa se convirtió en una niña malcriada y dominante. Nunca pensaba en los deseos de los demás. Siempre seguía sus propios deseos.
La pequeña princesa era vanidosa y narcisista. Siempre llevaba vestidos de hermosa seda roja. Éstos eran tan suaves y tan coloridos como los pétalos de las hermosas amapolas del jardín.
Todas las mañana, una cuidadosa y gentil doncella peinaba el largo y oscuro cabello de la princesa, con un peine de oro. Al mediodía le llevaba un plato de oro cargado con la fruta madura más fina y le ofrecía una taza de oro de espumosa leche cremosa.
A la hora de dormir, la doncella vestía a la princesa en un camisón de seda y la arropaba en las más suaves sábanas de seda.
Cuando la princesa se dormía, la doncella corría las cortinas de seda de la cama y ella misma dormía en un sofá cercano, para poder despertarse al menor movimiento de la princesa.
La doncella era siempre amable, paciente y obediente; sus ojos eran tan francos y azules como los pétalos de la flor del maíz y su pelo tan dorado como los tallos del trigo maduro en el campo.
Un día, la princesa se sentó en la amplia terraza en el lado sombreado del palacio. La doncella la abanicaba con un abanico de hierbas aromáticas. Lejos en el campo, los segadores estaban trabajando en la cosecha.
«Vamos,» dijo la princesa «trae mi sombrilla de seda roja y vamos a los campos a ver a los segadores.»
La doncella hizo una reverencia tan baja que no se podía ver el azul de sus ojos, sólo el oro de su pelo y el azul de su vestido. Se apresuró a llevar la sombrilla de seda roja y, juntas, se acercaron hasta el campo de cosecha.
Como los segadores amaban a su rey y lo respetaban, también amaban a la pequeña princesa caprichosa. Cuando la princesa y su criada llegaron al campo, los segadores dejaron su trabajo por un momento y se inclinaron respetuosamente ante las dos niñas. La princesa sacudió la cabeza oscura con descaro e hizo girar su sombrilla de seda roja con impaciencia. Les habló con desprecio a los honestos trabajadores y les ordenó que realizaran su trabajo.
La doncella sonrió amablemente a los trabajadores. Así que, a pesar de que era la princesa ante quien los trabajadores se inclinaron, era en los ojos azules de la pequeña muchacha que ellos se veían. Fue el aleteo de su sencillo vestido azul lo que guardaron en su memoria mientras miraban hacia atrás, a través de los campos.
Ahora, la princesa estaba cansada de su largo paseo por el campo y le ordenó a la criada encontrarle un lugar en el que descansar. La doncella encontró un lugar suave a la sombra de una mata de dorado trigo y trajo agua fresca de un arroyo cercano.
Mientras estaba allí sentada, la princesa miró a lo lejos y, en el horizonte, vio un largo, delgado y negro rabo de nube. Se puso de pie y aplaudió y gritó en voz alta a los trabajadores. Desde sus lugares en el campo vinieron corriendo a cumplir sus órdenes.
«Miren, -exclamó la princesa, señalando con su paraguas- una tormenta se está levantando. Constrúyanme una cabaña con sus gavillas. Apúrense, yo soy la princesa, yo soy la hija del rey!»
Los segadores corrieron a cumplir sus deseos. Pero un anciano que había servido a su padre, el rey, se inclinó ante la princesa y le habló así:
«Oh, hermosa princesa, -dijo- me perdone, pero no habrá lluvia. Eso no es una nube de lluvia. Vea cómo brilla el sol!»
La princesa gritó de rabia.
«¿Cómo te atreves? -exclamó-¿Cómo te atreves? ¿No es una orden de la princesa suficiente? ¿Te niegas a obedecer?»
«Su perdón, la princesa, -dijo el anciano, tristemente-No hay un hombre en el campo que no diera con mucho gusto su vida por servir a la princesa. Pero sus órdenes son inútiles y las gavillas son preciosas.»
La princesa se quedó muda y blanca de ira pero apuntó a la nube oscura que poco a poco se diluía.
Rápidamente, los segadores construyeron el refugio para la princesa. Sabían que las buenas gavillas que desperdiciaban podrían haber hecho pan para sus hijos. Por eso, era tristemente que los segadores labraban, sabiendo que el largo invierno sin duda vendría.
Finalmente, una pequeña casa fue construida. Con doradas gavillas de grano maduro se cubrieron los pisos. Con gavillas fueron los muros construidos. Con gavillas se cubrió el techo.
Cuando estuvo terminada, la princesa bajó la sombrilla de seda roja y, todavía con el ceño fruncido, entró. «¡Adelante!” -exclamó bruscamente y la doncella, con lágrimas de pena en sus ojos azules la siguió. Los trabajadores volvieron al grano sin cortar y no dijeron nada.
En ese momento no había ninguna nube que se viera en todos los cielos azules. El aire era claro y fresco. Pero la princesa y su pequeña doncella se sentaron en la cabaña de gavillas.
Entonces, sin previo aviso, algo terrible sucedió! Desde el claro cielo vino un relámpago. Desde el cielo despejado llegó un trueno.
Del campo de cosecha surgieron rojas lenguas de fuego y la cabaña de gavillas comenzó a incendiarse. Las gavillas ardientes cayeron sobre la princesa egoísta y su doncella. Nada pudo salvarlas.
Cuando las llamas se extinguieron, no quedó nada más que un montón de cenizas grises.
Entonces, el anciano que había pedido a la princesa no desperdiciar el tiempo de los trabajadores por un capricho inútil, dio la vuelta. Caminó, con tristeza, a través de los campos de rastrojo y pasó las grandes puertas del palacio. Fue directamente hasta las escaleras del trono donde estaba sentado el rey y la reina. A ellos les contó la suerte de las dos niñas.
Los padres estaban destrozados. Lloraron mucho tiempo por su pequeña hija. A medida que pasaban los días y solos con su soledad, se dieron cuenta de que habían cometido un grave error al permitir que su hija alimentara el propio egoísmo. Al verlo, se postraron y lloraron a los gritos.
El verano siguiente, en época de cosecha, los segadores encontraron dos nuevas flores floreciendo en el lugar en el que habían construido la cabaña de las gavillas.
Una flor era alta y se elevaba orgullosamente en medio del trigo. Sus pétalos eran tan sedosos y escarlata como el vestido de la princesa. Sacudió, con altivez, la cabeza en la briza.
Al lado de la amapola escarlata creció una hermosa flor de aciano azul.
«Tan azul como los ojos de la pequeña doncella», dijeron los trabajadores en un susurro. «Tan delicada y simple como la ondulante bata azul que vestía!»
Luego, volviéndose lentamente, se fueron otra vez a su cosecha, dejando al aciano y a la amapola floreciendo lado a lado entre las mieses.
FIN
Aciano y Amapola

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