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BORODIN Y BUKOWSKI. EL BIENAMADO Y EL MALQUERIDO. ¿LIMÓN O WHISKY?

domingo, diciembre 29th, 2013

borodin bukowski

Días atrás, compartía con ustedes uno de los poemas más lindos de Bukowski, «Tira los dados» que nos invitaba a apostar a lo que queremos, con todo nuestro ser. Esta madrugada, recién vuelta la luz, les regalé el video con la música divina de Borodin «En las estepas de Asia Central». Dos genios, Borodin y Bukowski. El uno, considerado demasiado bueno, el otro, demasiado malo. Y, como ésta será mi última nota del año, a modo de balance quiero mostrar yin y yang. Ambos artistas me conmueven hasta la médula y no estoy segura de las malas intenciones de Charles al escribir sobre Alexander; en todo caso, su estilo ácido hasta podría ser una defensa, una reivindicación de quien él interpretó como una especie de desgraciado. Entonces, aquí, yo sí quisiera valorar el poema del maldito y echar un poco de luz sobre la vida del que él aparentemente desestimaba y que, analizando su vida y su obra, no hizo otra cosa que «tirar los dados».

Empecemos con el poema:

“la vida de Borodin” de Charles Bukowski

la próxima vez que escuches a Borodin
recuerda que fue sólo un químico
que escribió música para relajarse;
su casa estaba atestada de gente:
estudiantes, artistas, borrachos, pordioseros,
y él nunca supo cómo decir: no.
la próxima vez que escuches a Borodin
recuerda que su mujer usaba sus composiciones
para forrar las cajas de los gatos
o cubrir jarras de leche agria;
ella tenía asma e insomnio
y lo alimentaba a base de huevos pasados por agua
y cuando él quería cubrirse la cabeza
para acallar los sonidos de la casa
ella sólo le permitía usar una sábana;
aparte de que solía haber siempre alguien
en su cama
(dormían por separado si es que dormían
algo)
y como todas las sillas
solían estar ocupadas
él dormía a menudo en las escaleras
arropado con un viejo chal;
ella le decía cuándo cortarse las uñas,
que no cantara ni silbara
ni se pusiera más limón de la cuenta en el té
ni lo exprimiera con la cucharita;
Sinfonía nº 2, en Si menor
El Príncipe Ígor
En las Estepas del Asia Central
él sólo conseguía dormir poniéndose un trozo
de paño oscuro sobre los ojos
en 1887 asistió a un baile
en la Academia de Medicina
vestido con un festivo traje nacional;
por fin parecía excepcionalmente contento
y cuando se desplomó
creyeron que se hacía el payaso.
la próxima vez que escuches a Borodin,
recuerda…

Y ahora, quisiera, antes de emprender la defensa de Borodin, compartirles unos videos con parte de su obra. Estoy segura de que después de escuchar tan maravillosa música, se quedarán con ganas de escuchar más y de conocer la historia del genio que la compuso. Vamos.
[Para escuchar la música de los videos que aquí abajo les pego, recuerden anular la música de la página, haciendo click donde dice AUDIO OFF, en el margen superior izquierdo de la pantalla.]

Muy bien, empecemos diciendo que Borodin, evidentemente, no fue “sólo” un químico, fue un apasionado, un marido amoroso y feliz, un filántropo y un defensor de los derechos de la mujer y su esposa no era tan insensible a la música sino todo lo contrario: una pianista distinguida. La vida del matrimonio era caótica porque Borodin, como profesor y conferencista, viajaba continuamente y cuando estaba en casa, recibía las visitas imprevistas de colegas y alumnos, que lo adoraban. Y su muerte no fue una sorpresa para nadie, ya que, sufría de una afección cardíaca, pero su espíritu optimista lo impulsaba a no abandonar sus actividades; así fue como asistió al gran baile de disfraces de la Academia en 1887, vestido cosaco, con botas altas y camisa roja, y se puso a bailar alegremente, no precisamente lo más recomendable para una persona con problemas del corazón (les cuento esto y recuerdo la última noche de mi viejo querido). Los invito a conocer un poco de la biografía de este médico, químico, compositor, hermoso hombre ruso.

Alexander Porfirievich Borodin nació en San Petersburgo, el 12 de noviembre de 1833. Era hijo ilegítimo del príncipe Luka Stepanovich Gedevanishvili (algunos autores lo nombran, más fácilmente, como Lucas Gedianov), descendiente de los reyes de Imericia (la Cólquida de los griegos, donde se encontraba el vellocino de oro), un reino independiente de Georgia al sur del Cáucaso, entre los mares Negro y Caspio. Su madre se llamaba Eudoxia Konstantinova Antonova, pero la conocían como Dounia: «una mujer hermosa, culta y con independencia económica.»

Cuando Alexander nació, su padre tenía 65 años. La madre, no más de 24 o 25. El padre y la madre de Borodin no estaban casados. Para guardar las apariencias, el niño fue registrado como hijo de uno de los sirvientes de su padre, Porfirio Borodin, que le dio su apellido, lo cual -al parecer- no era algo infrecuente en la Rusia de la época. De hecho, el príncipe debía ser un conquistador irresistible, y a Borodin se le conocen, al menos, dos hermanos de padre con distintas madres, que también llevaban los apellidos de sendos sirvientes del noble conquistador: Dimitri Sergueïevitch Alexandrov y Eugueny Fiodorovitch Fiodorov.

El Príncipe murió cuando Alexander era todavía muy niño; pero le dejó a su hijo una sustanciosa herencia que le permitió vivir sin dificultades económicas. Y Dounia, que contraería matrimonio con un médico militar retirado -aunque, al parecer, nunca dejó de mantener una «íntima amistad» con el padre biológico de Borodin- se ocupó de que recibiera la mejor educación.

Ya de niño, Borodin dio muestras de su gran inteligencia y de estar especialmente dotado para los idiomas (además de su idioma natal, hablaba francés, alemán, inglés e italiano) y para la música: no sólo aprendió a tocar el piano, sino que también ejecutaba con maestría la flauta y el violonchelo; también tocaba el oboe y el clarinete, al igual que varios metales. A la edad de 9 años ya compuso su primera pieza, una polka titulada «Helene», y a los 13 había compuesto un concierto para flauta y piano, así como un trío para dos violines y chelo. Muy pronto, también, manifestó su interés por la química. A los 13 años montó un laboratorio en su casa, donde fabricaba colorantes para acuarelas.

En 1850 ingresó como alumno en la Academía Médico-Quirúrgica, una institución militar, de su ciudad natal. Durante su época de estudiante no dejó de manifestar su especial predilección por la Química (que en aquellos tiempos era materia destacada en las facultades de Medicina), siendo su maestro más importante el profesor Nikolai Zinin (1812-1880), uno de los pioneros de la química orgánica, cuya influencia sería decisiva en la carrera profesional de Borodin. Se graduó como médico en 1856, recibiendo la máxima calificación posible «cum eximia laude». Inmediatamente fue destinado al 2º Hospital Militar, donde inició su ejercicio profesional como médico-cirujano. Allí conoció a un joven y elegante oficial, de familia noble, llamado Modest Petrovich Mussorgsky (1839-1881), compositor de enorme talento musical, aunque su amistad -que duró hasta la muerte de éste- no empezaría, realmente, hasta algunos años después.

Está comprobado que su experiencia como cirujano no le resultó agradable, y no por la naturaleza de su trabajo -como cabría suponer- sino por la brutalidad con que, allí mismo, en el Hospital, los jefes y oficiales imponían disciplina, utilizando el látigo sin justificación posible. Borodin se dedicó a completar su tesis doctoral. La vocación por la química ya estaba definida y el profesor Zinin lo preparaba para que fuera su ayudante en la Academia Médico-Quirúrgica Militar. En 1858 presentó su tesis doctoral «Sobre la analogía entre los ácidos arsénico y fosfórico». Posteriormente, entre los años 1859 y 1862, estuvo en Alemania, Francia e Italia ampliando su formación. Primero en la prestigiosa Universidad de Heidelberg, en los laboratorios de Kirchoff, Bunsen, Kekulé y Erlenmeyer. Allí le acompañaron otros estudiantes rusos, entre ellos Dmitri Mendeléiev (1834-1907), el creador de la famosa «Tabla periódica de los elementos». Luego en París y en Pisa.

En 1861 conoció a una pianista rusa de 29 años: Ekaterina Sergeievna Protopopova, que había llegado a Heidelberg en busca de curación para la tuberculosis que padecía. Para el mejor tratamiento de la enfermedad de Ekaterina, le recomendaron que acudiera a Pisa, donde viajó acompañada por su -ya entonces- prometido, quien continuó sus estudios en los laboratorios de Luca y Tassinari. Regresaron a San Petersburgo en 1862 y Borodin recibió el nombramiento de profesor adjunto de Química; y en abril de 1863 contrajeron matrimonio que -al decir de quienes los conocieron- resultó muy afortunado a pesar de la enfermedad de Ekaterina y de su infertilidad. Al cumplirse el vigésimo aniversario de bodas, Borodin terminó el «Cuarteto para cuerdas Nº 2» (primer video de la serie), y se lo dedicó a su esposa. Había tardado seis años en componerlo.

Borodin y su esposa tomaron como residencia un apartamento al lado del Laboratorio, en plena Universidad. Rimsky-Korsakoff escribió sobre esta época:
«Me volví un frecuente visitante de Borodin; a menudo quedándome hasta la noche en su casa. Discutíamos sobre música a profundidad y él tocaba sus trabajos en curso y también me mostraba los compases de su sinfonía. Él estaba mejor informado que yo del trabajo práctico de la orquestación, dado que tocaba el chelo, el oboe y la flauta. Borodin era un hombre culto y cordial, era placentero y agudo conversar con él. Al visitarlo, a menudo lo encontraba en su laboratorio, adjunto a su departamento. Cuando ponía una retorta llena con algún líquido incoloro y lo destilaba por medio del fuego de un vaso a otro, yo acostumbraba a decirle que estaba haciendo ‘una transfusión de desolación en vacuidad’.»

Como ejemplos de sus trabajos como químico, algunos de ellos aplicados a la clínica, se puede decir que Borodin descubrió el aldol casi simultáneamente con Wurtz, estudió los aldehidos aromáticos, el uso del peróxido de hidrógeno (el agua oxigenada) como desinfectante e inventó un método para la detección de la urea en los análisis de orina. Llegó a publicar 42 artículos científicos. En 1861, asistió al primer congreso internacional de química, celebrado en Karlsruhe (Alemania) y fue uno de los fundadores de la Sociedad Rusa de Química en 1868.

Borodin resultó ser un profesor con enorme vocación docente, siempre atento a las consultas de sus alumnos. Raras veces mostraba impaciencia. Siempre antepuso la atención a los alumnos a todo lo demás, incluso a la investigación, aunque dedicaba a ésta muchas horas del día. Otro profesor de la Academia, decía de él lo siguiente:
«Trabajaba infatigablemente con los estudiantes todos los días. Durante este tiempo Borodin siempre mantenía una disposición solícita y de buen humor con sus alumnos y colegas, estaba siempre dispuesto a interrumpir cualquiera de sus trabajos sin impaciencia, sin irritación, para responder cualquier pregunta que le hiciesen. Cuando trabajaba en el laboratorio se sentía como si estuviera en su hogar. Lo que más adoraba era la música. Cuando trabajaba, casi siempre estaba canturreando alguna cosa y siempre estaba dispuesto a hablar con otras personas sobre las novedades musicales, las tendencias y sobre composición musical. Cuando estaba en su despacho, frecuentemente oíamos el sonido armonioso de su piano, que se expandía por todo el pasillo del laboratorio. El buen humor y la actitud de Borodin nos afectaba a todos. Cualquiera podía ir a contarle sus ideas, preguntas u opiniones; nunca trataba a nadie con arrogancia o desdén. Raramente alguien conseguía provocar alguna demostración de irritación en Borodin. La actitud sincera y calurosa de Borodin con los estudiantes no se restringía al laboratorio. Casi todos los que trabajábamos con él éramos aceptados en su familia como los amigos más íntimos. Se preocupaba personalmente del destino de cada estudiante que se graduaba en la Academia, destinando todos sus esfuerzos para ayudarlo. Siempre que te lo encontrabas en algún acto social no paraba de preguntar por todo el mundo o intentaba conseguir alguna cosa para alguien.»

Sin embargo, como parte de su labor docente, hay que destacar especialmente (y más por la época y en el lugar donde se produjo) su significativa participación en la creación de una Escuela de Medicina para mujeres. Borodin, en unión de Botkin (el primero en describir la hepatitis A), Sechenov, Roudineff y una aristócrata, Mme. Tarnosky, iniciaron la Escuela como Curso de Obstetricia que, en 1872, pasó a ser Escuela de Medicina, donde Borodin era, como es natural, el profesor de química. Dado que el Hospital Militar de San Petersburgo fue la primera sede de la Escuela, en algunas biografías de Borodin se dice que fundó una escuela médico militar de mujeres, aunque no fuera así. La Escuela soportó múltiples dificultades, sobre todo desde que accedió al trono el zar Alejandro III. Borodin consiguió que dejara de depender del Ministerio de Guerra y pasara al de Educación; pero no pudo impedir que, finalmente, fuese clausurada en 1885.

Fue, precisamente, gracias a su labor como profesor de química por lo que Borodin conocería a quien sería el mayor difusor de su obra en Europa, el compositor Franz Liszt (1811-1886). Ocurrió en 1877, en el transcurso de un viaje de Borodin a la localidad de Weimar, entre otras de Alemania, para visitar los laboratorios de distintos hospitales. Volvieron a encontrarse en 1881 y 1885, y se cuenta que, en una de esas ocasiones, se desarrolló el siguiente diálogo. «Yo soy un compositor de domingos, señor Lizt» -decía Borodin, refiriéndose a que sólo se dedicaba a componer en su tiempo libre- y el músico húngaro le contestó: «Pero el domingo siempre es un día festivo, señor Borodin».

Otro ejemplo de que sólo podía dedicar a la composición el tiempo en que no estaba trabajando en sus clases o en su laboratorio lo encontramos en el siguiente texto, que escribió una vez que tuvo que quedarse en casa enfermo de gripe:
«En el invierno yo no puedo componer, a menos de que esté enfermo y me vea obligado a abandonar mis clases. Así que, mis amigos, contrario a la costumbre, nunca me digan ‘trata de estar bien’ sino más bien ‘trata de enfermarte’. Cuando la cabeza me explota, cuando mis ojos están llenos de lágrimas y tengo que sacar el pañuelo a cada minuto, es entonces cuando compongo.»

Musicalmente, en principio, Borodin fue autodidacta. Sólo a partir de 1862 comenzó a recibir clases de Balákirev. Con él, Rimsky-Korsakoff, Mussorgsky, Cui y -por supuesto- Borodin, se formaría el llamado Grupo de los Cinco, cuyo objetivo era crear un arte musical nacional y que tanta fama le ha dado a la música rusa; aunque, ciertamente, también contó con la oposición de muchos… Ellos iniciaron la Academia de Música Libre, dedicada a la educación musical de cualquier persona, en oposición a la Academia de Música de San Petersburgo, entidad “oficial” fundada por Anton Rubinstein y sostenida por el gobierno imperial. Cuando el nacionalismo se extendió por toda Europa, los Poderosos Cinco, junto con artistas y músicos de todo Rusia, buscaron crear un arte y una música que fuera distintivamente rusa, alejándose de las influencias de Europa occidental.

La mayoría de los compositores en San Petersburgo no vivían de la música y siguiendo con esta tradición Borodin mantuvo su trabajo en la Academia Militar de San Petersburgo, incluso después de que comenzó a componer bastante música. Su primera sinfonía fue escrita durante los años 1862 a 1867, siendo estrenada en 1869. La segunda le ocupó desde 1869 a 1876, mientras que la tercera, iniciada en 1882, no quedó completa debido a su muerte. Borodin nunca tuvo tiempo para componer lo que quería. Junto a sus sinfonías escribió música para piano, obras cortas como En las Estepas del Asia Central que recuerda su tierra natal, y una ópera, El Príncipe Igor, que también estaba inconclusa al momento de su muerte. Serían Rimsky-Korsakov y uno de sus alumnos, Alexander Glazunov, quienes completarían la partitura. Y Glazunov también finalizó los dos movimientos que existían de una tercera sinfonía a partir de notas dejadas por Borodin.

El poema sinfónico «En las estepas del Asia central» (segundo video de la serie) es una pequeña obra maestra, escrita en 1880 y dedicada a Liszt que sirvió para acompañar una representación viviente en conmemoración de los veinticinco años de reinado del zar Alejandro II. Se estrenó en 1882 con extraordinario éxito y se puede afirmar, sin lugar a dudas, que cada una de sus notas pertenece enteramente a Borodin, quien describía en el programa de mano del estreno una caravana que atraviesa la estepa «bajo la supervisión del victorioso y terrible Ejército Ruso». Más tarde, la obra sería «desmilitarizada», si bien es cierto que su atmósfera no sugiere con demasiada vehemencia la idea de la guerra.
La forma del Poema Sinfónico En las Estepas de Asia Central es libre y se basa en la hábil combinación de tres temas o motivos: una nota pedal que evoca la línea del horizonte y dos melodías: la primera, extraída de una canción popular rusa y la segunda, tomada de un tema del folclore de Uzbekistán (melodía uzbeka o melodía oriental). En el silencio de las estepas arenosas del Asia Central suena el primer estribillo de una apacible canción rusa. Se pueden oír también los misteriosos y melancólicos sonidos de los cantos orientales, los pasos de los caballos y camellos que se acercan.

Según Gonzalo Castellón: «La reducida producción musical de Borodin alcanza su clímax en su ópera Knyas Igor (El príncipe Igor) y, particularmente, en las archifamosas danzas de los pólovtsy o Danzas Polovtzianas (tercer video de la serie). No existe un episodio de ancestro más nacionalista que esta imborrable mezcla de ritmos, sonidos y sensualidad, que tan pronto llama a la guerra como a la paz. Su desenvolvimiento es literalmente vertiginoso e involucra coro, orquesta y solistas por igual. Borodin amó particularmente esta ópera, que fue su particular legado y a la que dedicó largos veinte años.

El príncipe Igor es el equivalente ruso del Mio Cid o de la Chanson de Roland pues la anónima obra literaria -El canto del príncipe Igor- reúne las características básicas de la canción de gesta. El príncipe Igor es prisionero del Khan Konchack, jefe de la tribu de los Polovtsy, que ha reconocido su rango real. Al propio tiempo, su hijo -el príncipe Vladimir- se ha enamorado de Kontchakovna, hija del jefe tártaro. Sin embargo, cuando al campamento tártaro llegan las noticias de que Poltiole, su ciudad, ha sido saqueada, el Príncipe no duda y se escapa, abandonando a su hijo, quien, mientras tanto, ha decidido casarse con Kontchakovna. Entre grandes manifestaciones de regocijo del pueblo, el príncipe Igor entra en Poltiole y se reúne con su amada princesa Yaroslávna.

El príncipe Igor es, tal vez, la obra más nacionalista de las producidas por el Moguchaya Kuchka («El Gran Puñado», la forma en que el crítico Stasov llamó al «Grupo de los Cinco”). Si bien su lenguaje musical es dialéctico, Borodin mantiene una línea particularmente propia, de gran riqueza melódica. Para retratar las figuras orientales o tártaras, el compositor echa mano al tradicional recurso del cromatismo (intervalos basados en la escala cromática) que dotan a la melodía de un carácter lejano y enigmático.»

Dos años antes de morir, Borodin, se contagió de cólera, y quedó muy debilitado. En 1886 se le diagnosticó angina de pecho. El 27 de febrero de 1887, mientras se celebraba un baile de disfraces en la Academia de Medicina, del cual había sido uno de sus principales organizadores, sufrió un infarto de miocardio. Nada pudo hacerse por salvar su vida a pesar de los intensos esfuerzos de muchos médicos que se encontraban allí.

Borodin se encuentra enterrado en el cementerio Tijvin del monasterio Alexander Nevsky, en San Petersburgo, cerca de la tumba de otros grandes músicos y escritores rusos.
Sus estudiantes mujeres le dedicaron el párrafo siguiente en el monumento que se le erigió en su tumba:

«Al fundador, defensor y guardián de las clases de medicina para mujeres y al amigo de sus alumnos.»

Borodin tiene el menor producto musical con el más alto promedio de excelencia para cualquier compositor en la historia y fue un químico y un maestro extraordinario. Así, vivió y así murió: amado, respetado y contento. A los 53 años. Intensamente. Bailando.

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