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Posts etiquetados ‘Té Literario ~ Anna Karenina’

TÉ LITERARIO – ANNA KARENINA – LEV NICOLAIEVCH TOSTOY-

sábado, agosto 31st, 2013

¿Sabían que en Rusia usan un término para describir la acción de tomar té, que vendría a ser, el equivalente argentino de «matear»?
Chaepítie (чаепитие): vocablo que puede traducirse como Fiesta de té y también como «tetear».
Chaepítie na dache (чаепитие на даче): reunión para tomar el té en la dacha.
Si te invitan a «chaepítie», cosa muy común en Rusia como muestra de hospitalidad, la costumbre es que lleves algo para acompañar el banquete, ya que los rusos son muy golosos y gustan de acompañar su té con blinis salados y dulces, mermeladas y pastelería. Supongo que esa es la razón por la que mis abuelas nunca llegaban de visita a una casa «con las manos vacías».
Éste fue nuestro Chaepítie, nuestra fiesta. Cerramos un ciclo de cuatro meses de leer juntos Anna Karenina, compartimos el té, comimos deliciosamente y brindamos porque cumplimos 2 años.
GRACIAS A TODOS Y A CADA UNO POR ACOMPAÑARNOS.
Fotografía oficial de DaCha Russkiy Sekret: Marcela Casarino
Fotos que nos cedieron amigos, amorosamente: Daniela Dini, Miriam Susana Pozzo, Rica Comida Rusa Por Pedido y Silvia Ramos de Barton.

ANNA KARENINA – OCTAVA PARTE – CAPÍTULO 16

sábado, agosto 17th, 2013

Nicholas_Roerich,_Guests_from_Overseas
Un poco de Historia en el Capítulo 16 de la Octava Parte de Anna Karenina. La imagen que elegí es «Invitados del extranjero», de Nicholas Roerich (1899) que representa a los Varegos en la Rus de Kiev (y aquí me adivinan el Alma de noruega y el Invierno en Kiev). Vamos llegando a las últimas páginas de esta novela. Recuerden que el Gran Finale se hace el 31 de Agosto en La Biblioteca Café, en el marco de un Chaepítie al mejor estilo ruso, con debate incluído.
ANNA KARENINA – LEV TOLSTOY
OCTAVA PARTE – Capítulo 16

Experto en dialéctica, Sergio Ivanovich, sin replicar a la última objeción de Levin, llevó la conversación a otro punto de vista.

–Si quieres averiguar, –dijo– por un medio aritmético, el espíritu del pueblo, es claro que será muy difícil que llegues a conocerlo. En nuestro país no está aún implantado el sufragio, y no puede ser introducido, porque no expresaría la voluntad popular; pero para saber cuál es ésta existen otros caminos: se percibe en el ambiente, se siente en el corazón. Ya no hablo de aquellas corrientes bajo el agua que se mueven en el mar muerto del pueblo y que son claras para toda persona que no tenga prevención, miras particulares en el estricto sentido de la palabra. Todos los partidos del mundo intelectual, antes enemigos irreconciliables, ahora se han fundido en una sola idea, las discordias se han terminado. Toda la prensa dice lo mismo; todos han sentido una fuerza titánica que los empuja en la misma dirección.

–Sí, lo dicen todos los periódicos. –repuso el Príncipe– Esto es verdad. Pero de tal modo dicen todos lo mismo, que semejan las ranas en el pantano antes de la tempestad. Hacen tanto ruido, que no se oye ningún otro…

–Si son ranas o no lo son, no lo discuto. Yo no edito periódicos y no quiero defenderlos. Pero sí he de señalar la unidad de opiniones en el mundo intelectual –digo Sergio Ivanovich, dirigiéndose a su hermano.

Levin iba a contestar, pero el viejo Príncipe se le adelantó.

–En cuanto a esa unidad de opiniones se puede decir otra cosa. –dijo– Tengo un yerno –Esteban Arkadievich, ustedes ya lo conocen–. Ahora se le nombra miembro de no sé qué comisión y algo más que ahora no recuerdo. En este puesto no hay nada que hacer, pero Dolly –esto no es un secreto– percibirá un sueldo de ocho mil rublos. Vayan ustedes a preguntarle si ese cargo tiene alguna utilidad; él les demostrará que no hay otro más necesario. Y no es un hombre embustero; pero le es imposible no creer en la utilidad de los ocho mil rublos.

–Sí, es verdad, Stiva me ha pedido que diga a Daria Alejandrovna que obtuvo el puesto –dijo Sergio Ivanovich, con visible desagrado, producido por las palabras del Príncipe.

–Pues así es, también, la unanimidad en las opiniones de los periódicos. Me han explicado que cuando hay guerra, duplican la tirada. Entonces, ¿cómo pueden dejar de considerar trascendentales la suerte del pueblo, la situación de los eslavos, etcétera, etcétera, etcétera?

–Confieso que no tengo demasiada afición a los periódicos, pero hablar así me parece injusto –dijo Sergio Ivanovich.

–Yo les pondría una sola condición. –continuó el Príncipe -Alfonso Karr lo dijo muy bien antes de la guerra con Prusia: «¿Usted piensa que la guerra es necesaria? Muy bien. Quien predica la guerra, que vaya en una legión especial, delante de todos, en los ataques, en los asaltos».

–¡Estarían muy bien los redactores de los periódicos en esa posición!–comentó Katavasov, riéndose a carcajadas porque se imaginaba a los periodistas conocidos suyos en aquella legión escogida.

–Como que huirían al primer disparo, no servirían más que de estorbo –dijo Dolly.

–Si trataran de huir –completó el Príncipe– se les colocarían detrás las ametralladoras o los cosacos con látigos.

–Eso es una broma, y una broma de dudoso gusto, perdonadme que os lo diga, Príncipe –dijo Sergio Ivanovich con acritud.

–No veo que sea una broma… –empezó Levin. Pero Sergio Ivanovich lo interrumpió:

–Cada miembro de la sociedad está llamado a cumplir la obra que le corresponde y los intelectuales cumplen la suya orientando a la opinión pública, y la unánime y completa expresión de la opinión pública es lo que honra a la prensa y al mismo tiempo es un hecho que ha de llenarnos de alegría. Hace veinte años habríamos callado; pero ahora se oye la voz del pueblo ruso, que está pronto a levantarse como un hombre y a sacrificarse por sus hermanos oprimidos. Es un gran paso y una patente demostración de la fuerza de…

–Pero es que no se trata de sacrificarse, sino también de matar turcos. –insinuó tímidamente Levin– El pueblo está presto a sacrificarse por su alma, pero no a matar –añadió con firmeza, relacionando esta conversación con los pensamientos que le preocupaban.

–¿Cómo por su alma? Explíqueme esto. Comprenda que para un especialista en ciencias naturales esta expresión ofrece algunas dificultades –dijo Katavasov con sonrisa irónica.

–Ya sabe usted muy bien lo que quiero decir.

–Pues le juro que no tengo ni la más mínima idea –contestó con risa sonora Katavasov.

–«No traigo la paz, sino la espada», dijo Cristo –replicó por su parte, Sergio Ivanovich, citando, como cosa clara, aquella parte del Evangelio que más confundía a Levin.

–Eso es… Sí, señor –dijo el viejo criado Mijailich, contestando a la mirada que casualmente le había dirigido Sergio.

Levin se ruborizó de enojo, no porque se sintiera vencido, sino porque no había podido contenerse y evitar la discusión.

«No, no debo discutir con ellos», pensó. « Ellos están protegidos por una coraza impenetrable, y yo estoy desnudo. Habría debido callarme.»

Comprendía que le era imposible persuadir a su hermano y a Katavasov, y aún menos veía la posibilidad de estar de acuerdo con ellos. Lo que ellos predicaban era aquel orgullo de espíritu que casi le había hecho perecer a él. No podía estar conforme con que ellos, tomando en consideración lo que decían los charlatanes voluntarios que venían de las capitales, dijeran que éstos, junto con los periódicos, expresaban la voluntad y el pensamiento populares, pensamiento y voluntad que se basaban en la venganza y en la muerte. No podía estar conforme con esto porque no veía la expresión de tales pensamientos en el pueblo, entre el cual vivía, ni tampoco encontraba estos pensamientos en sí mismo (y no podía considerarse de otro modo sino como uno más entre los miembros que constituían el pueblo ruso) y, sobre todo, porque, junto con el pueblo, no podía comprender en qué consiste el bien general; pero sí creía firmemente que alcanzar este bien general era posible solamente cumpliendo severamente la ley del Bien. Y por ello, no podía desear la guerra ni hablar en su favor. Levin veía su opinión junto a la de Mijailich y el verdadero pueblo, cuyo pensamiento había quedado plasmado en la leyenda de la llamada a los Varegos (1): «Venid sobre nosotros y gobernadnos. En cambio os prometemos obediencia. Todo el trabajo, todas las humillaciones, todos los sacrificios, los tomamos sobre nosotros; vosotros juzgad y decidid». Y ahora, según Sergio Ivanovich, el pueblo renunciaba a este derecho comprado a un precio tan elevado.

Levin habría querido decir también que si la opinión pública es un juez impecable, ¿por qué la revolución no era igualmente tan legal como el movimiento en pro de los eslavos?

Pero todo esto no eran más que pensamientos que no podían decidir nada. Una sola cosa se veía palpable: que la discusión sobre este punto irritaba a Sergio Ivanovich y que era mejor, por lo tanto, no discutir. Y Levin calló y atrajo la atención de sus huéspedes hacia las oscuras nubes que habían acabado de cubrir amenazadoramente todo el cielo. Y comprendiendo que la lluvia no iba a tardar, se dirigieron todos a la casa.

(1) Varegos: Los varegos (variâgi, en eslavo antiguo) constituyen el primer pueblo mencionado en la Crónica de Néstor (la Primera crónica rusa –ucraniana-) que exigió por el año 859 el pago de tributos (el llamado danegeld u ‘oro de los daneses’ en las crónicas británicas) a las tribus eslavas y fino-ugrias del centro y norte de la actual Rusia. En 862 estas tribus se rebelaron contra los varegos, pero enseguida empezaron las luchas intestinas, lo que los llevó a invitar a los nórdicos a gobernarlos y traer la paz a la región. Dirigidos por Rúrik/Riúrik y sus hermanos Sineus y Truvor, se asentaron alrededor de la ciudad de Nóvgorod, Beloozero e Izborsk respectivamente. A la muerte de sus hermanos, Rúrik dominó la región como único caudillo en jefe y delegó el gobierno local de los asentamientos de Polotsk, Rostov y Beloozero entre sus seguidores.
Estos varegos era también conocidos como Rus’ o Rhos y cuyo origen se menciona en las crónicas contemporáneas como Svie (suecos), Normane (noruegos), Angliane (anglos) y Gote (gotlandeses).

ANNA KARENINA – SEGUNDA PARTE – RESUMEN Y ANÁLISIS

sábado, mayo 25th, 2013

anna tapa libro
Buenas noches, las dachas y Feliz día de la Patria. Hoy nos toca RESUMEN y ANÁLISIS de la SEGUNDA PARTE de ANNA KARENINA, para ayudar a los rezagados y para adelantarles un poco, a todos, de qué va la cosa. Están invitados a verter sus opiniones aquí, así que anímense a hacerlo. Mañana comenzaremos con la Tercera Parte. Cuando estén listos, preparen sus teteras y a compartir.

SEGUNDA PARTE
RESUMEN:
Kitty Shcherbatskaya queda destrozada al principio de esta sección; su desengaño se manifiesta en una serie de síntomas físicos. Toda su familia, especialmente su madre, se siente angustiada y culpable por su papel en forzar las propuestas de matrimonio de los dos hombres en cuestión. Kitty está especialmente emotiva en las primeras páginas de la segunda parte; irritable, angustiada y libre de decir lo que quiera bajo el manto de la enfermedad, ventila sus sentimientos a Dolly. Le dice que se siente grosera y vulgar y también afirma que ella nunca hará lo que ha hecho Dolly: seguir viviendo en la misma casa que un hombre que ha sido deshonesto. Kitty lamenta casi inmediatamente la crueldad de esta última afirmación, viniendo como viene en un momento en que Dolly ya se siente insegura acerca de las infidelidades pasadas y futuras de Oblonsky. Las dos hermanas tienen una reconciliación emotiva y Kitty vuelve a casa con su hermana para cuidar a los niños Oblonsky que atraviesan por un brote de escarlatina. Pero la propia salud de Kitty no mejora y su familia decide llevarla a un balneario en Alemania.

El Capítulo 4 se abre con una descripción detallada de los tres diferentes círculos sociales que Anna tiene a su disposición. El primero es el círculo de negocios de los socios de su marido, el segundo es un pequeño grupo de hombres y mujeres educados y piadosos, apodado «la conciencia de la sociedad de San Petersburgo» y el tercero es el mayor círculo de la alta sociedad: bailes, cenas, juegos de cartas, etc. Antes de su viaje a Moscú, Anna había convivido habitualmente con el segundo círculo pero a su regreso, comienza a circular con mayor frecuencia en el tercer círculo , donde está segura de encontrar a Vronsky. Comparten un amigo en común, la princesa Betsy Tverskoy, que es también prima de Vronsky y se deleita en ver el progreso de su pasión. Anna en un principio cree que ella sólo deja que Vronsky la persiga pero pronto se admite a sí misma que sus sentimientos constituyen toda la pasión de su existencia actual.
Su comportamiento escala, rápidamente, en el ámbito de lo Socialmente Inaceptable. Esto se hace evidente una noche, en la casa de la princesa Betsy. Mientras que los demás invitados se divierten en la conversación y la princesa Myagkaya cautiva a la corte con su ingenio y su sentido del humor contundente, Anna y Vronsky se retiran a su propia mesa y se internan en una larga conversación privada. Esto no sería grave si no lo hicieran en presencia de Karenin, el marido de Anna, y los demás se dan cuenta. Las cejas se empiezan a levantar en todo San Petersburgo.

Con su desinterés e ingenuidad típicas, Karenin no cree que haya nada malo en el comportamiento de Anna pero se da cuenta de los efectos de esa conversación en los demás. Karenin es un hombre que se preocupa mucho por las apariencias externas y es por esta razón que confronta con Anna acerca del incidente. Ella llega a casa muy tarde, muy a su disgusto y luego procede a ignorar alegremente su preocupación. Frustrado por su incapacidad de comunicarse con su esposa, Karenin se aparta de Anna y ella de él. A partir de ahora, el apego principal de Anna es Vronsky.

Vronsky y Ana consuman su amor en un lenguaje altamente codificado (que fue impactante para el tiempo y los censores) y Anna, con más claridad de la que nunca haya tenido sobre el asunto antes, dice: «Todo ha terminado para mí. Nada me queda sino tú. Recuérdalo.». Ella se va de inmediato y, cuando se va a la cama esa noche, sueña que está casada con Vronsky y Karenin y que es exitada por ellos al mismo tiempo. Se horroriza por este sueño.

Mientras tanto, Levin prepara su finca para la llegada de la primavera. A diferencia de muchos hacendados, Levin se deleita en hacer trabajos pesados en su finca; Tolstoy da muchas descripciones de la fisicalidad de Levin y sus acciones durante esta sección. Levin hace el trabajo, no sólo porque le da placer, sino también porque lo distrae de sus pensamientos acerca de Kitty. Un visitante llega a su finca: temiendo que se trate de su hermano Nicolás, Levin se alegra cuando resulta ser Oblonsky el visitante. Con su aplomo característico, Oblonsky anuncia sus tres intenciones: visitar, cazar y vender uno de sus bosques a un comerciante local llamado Ryabinin. A pesar de que Levin piensa que no debe venderle a este hombre, el acuerdo sigue adelante y Ryabinin se aprovecha de Oblonsky pagando mucho menos de lo que el bosque vale. Levin está furioso con Oblonsky y aprovecha la oportunidad para dar un espiche a Oblonsky sobre sus asuntos financieros. Oblonsky se le ríe a carcajadas. Antes de irse, Oblonsky dice a Levin que Kitty está enferma y que Vronsky se ha marchado de Moscú en búsqueda de Anna.

En San Petersburgo, el affair entre Vronsky y Anna se está volviendo, rápidamente, de dominio público. Aunque el asunto es tolerado porque siguen siendo discretos, las mujeres de la Sociedad Petersburguesa están esperando ansiosamente que Anna a cometa un error; a su vez, la familia de Vronsky se está empezando a preocupar por que este asunto lo está distrayendo de progresar en su carrera. En medio de toda esta preocupación, Vronsky se prepara para correr la carrera anual de caballos para oficiales de su regimiento. Justo antes de la carrera, Vronsky visita Anna en el jardín de su casa. Hace una pausa para admirarla, ya que luce hermosa y trágica en la terraza, pero ella le da una noticia sorprendente: que está embarazada. Él no percibe la importancia de este anuncio pero, temerariamente, le propone fugarse. Anna se niega, alegando que ella no puede soportar la idea de desatar la ira de la sociedad civil, política y religiosa sobre ella y su hijo. Hacen planes para reunirse más tarde y Vronsky se apresura para llegar a la carrera. Se encuentra con su hermano, que hace varios comentarios insinuantes acerca de su relación con Anna. Anna y su marido, ambos, asisten a la carrera, pero se sientan separados en las gradas. Vronsky comienza la carrera a la cabeza, pero falla con su nerviosa yegua Frou-Frou, en un obstáculo. La yegua se cae y se rompe la espalda; Vronsky, con ira, patea a la yegua deshauciada, a pesar de que él está ileso.

Karenin, que sostiene las relaciones con su esposa tanto como antes, ve a un médico antes de la carrera, por su salud. Para su disgusto, el médico le prescribe remedios imposibles: poca actividad intelectual y gran actividad física y luego se va, inquietando a Karenin. En la carrera, observa las reacciones de Anna desde el otro lado de las gradas. Está furioso al verla adular, abiertamente, a Vronsky mientras está en carrera y, más tarde, reaccionar físicamente cuando éste se cae. Con gran dificultad, porque Anna no sabe si Vronsky está herido o no, Karenin se las arregla para obligarla a volver a casa con él. En el carruaje, la increpa acerca de su relación, esta vez con más fuerza. Anna no sólo confiesa sus sentimientos hacia Vronsky, sino que arremete contra Karenin, diciendole que lo odia. Karenin le exige que guarde «las apariencias» hasta que él pueda poner a salvo su honor, presumiblemente a través de un divorcio.

En el balneario alemán, Kitty conoce a Vareñka, una joven que cuida de Madame Stahl, su madre adoptiva. Stahl es una figura misteriosa, un miembro de la alta sociedad que está muy enferma, y la princesa Shcherbatsky le exige a Kitty, orgullosa, confraternizar con otros rusos. Vareñka es piadosa, con un profundo sentido de la moralidad, y dedica gran parte de su tiempo al cuidado de los menos afortunados. Kitty se deslumbra con Vareñka y trata de imitar a su sentido de profunda espiritualidad. Nicolás Levin y su compañera, Masha, también están en el mismo complejo. Él está mal vestido y no tiene modales. Kitty lo rechaza, no sólo porque es desagradable sino porque le recuerda a Levin.

Vareñka asegura Kitty que hay cosas mucho más importantes en el mundo que el matrimonio. Kitty, avergonzada, aspira a ser caritativa y comienza a cuidar a Petrov, un pintor enfermizo. Esto resulta contraproducente cuando Petrov se enamora de Kitty y su esposa se enoja por las atenciones de la niña. Al principio Kitty está triste de no poder ser como Vareñka, pero luego conoce a la misterioso Madame Stahl y descubre que Stahl, quien dice ser piadosa, es realmente hipócrita y bastante cruel hacia Vareñka. Su padre se burla de Stahl y hace un gran esfuerzo por restaurar el espíritu de Kitty. Mejorada, Kitty se prepara para regresar a Moscú con una mayor comprensión de sí misma. Conserva intacto su amor por Vareñka y le ruega que vaya a visitarlos. Vareñka promete que lo hará tan sólo si Kitty contrae matrimonio.

ANÁLISIS:
La segunda parte ayuda a los lectores a comprender la gravedad del affair entre Anna y Vronsky. El tema de las relaciones familiares es fuerte en esta parte del libro. No sólo están los riesgos surgidos del embarazo de Anna, sino que la representación de las complicadas redes emocionales entre las familias que hace Tolstoy, muestra cómo el comportamiento de Anna y Vronsky le hará daño a la gente a su alrededor, además de a sí mismos.
A fin de comprender la profundidad de estas redes, es importante entender algunos aspectos legales, de Juro y de Facto, de la sociedad rusa. En ese momento, se concedía el divorcio sólo en los casos más graves de adulterio o abuso. Un divorcio sólo podía ser obtenido por la parte inocente y a la parte culpable no le era permitida ni la custodia de los hijos ni el derecho a casarse de nuevo. Para Anna, entonces, un divorcio significaba perder el acceso a su amado hijo. También significaba vivir como la amante de Vronsky. Como una amante, no sólo sería una paria social permanente, sino que carecería de poder legal en todas sus relaciones sociales. Los hijos de Vronsky no tendrían legitimidad y, por lo tanto, no podrían heredar ninguno de sus bienes o títulos.
Además de la legalidad, la sociedad rusa tenía sus propias reglas. Aunque las aventuras amorosas eran comunes y perfectamente aceptables tanto para hombres y mujeres, eran condonadas sólo mientras se guardaran lo Karenin llama «apariencias». La negligencia de la propia esposa, de prestarle atención a su amante en público, se consideraba un incumplimiento de esas condiciones, al igual que la obvia falta de respeto hacia el marido o la esposa agraviada. Si esas condiciones eran violadas, sobre todo por una mujer, la sociedad rusa le daría la espalda con toda su fuerza. Anna se arriesga no sólo a su propia humillación social y la ruina, sino a la de su hijo también.
Ante tales circunstancias extremas, es comprensible que Anna vacile frente a la sugerencia brusca de Vronsky. Vronsky, ya sea por ignorancia o ingenuidad, no entiende lo que estas dos normas de gran alcance significan para él y Anna y se va a la carrera apenas perturbado más allá de una grave sensación de «disgusto» a toda la situación.
La figura más poderosa en esta ecuación, entonces, es el esposo de Anna, Karenin. Aunque los críticos han demonizado a Karenin por su frialdad hacia Anna, su preocupación por las «apariencias» en lugar de «la realidad íntima» y su hipocresía, él es una de las figuras más complejas en el libro. Él podrá ser frío pero está dispuesto a sufrir la humillación pública si Anna, simplemente, se porta bien. Esto es verdaderamente generoso de su parte y habla bien de su abnegación. Anna siente la grandeza de su gesto y es ésta una de las razones por las que lo odia. De hecho, su sueño de tener a ambos hombres como maridos refleja su propio deseo de tener no a los dos hombres sino a ambos juegos de personalidades: la pasión de Vronsky y la generosidad de Karenin a su disposición. Por supuesto, esas cualidades no pueden fundirse en el mismo hombre y esto es parte de la tragedia de Anna.
Vronsky, por su parte, presenta algunos de sus aspectos menos favorecedores, durante la carrera. Se va apurado a la carrera tras el anuncio de Anna, sólo con una preocupación sobre de la condición nerviosa de su caballo. Y cuando, debido a su propio error, el caballo le falla, su crueldad es sorprendente. A pesar de su posterior arrepentimiento, Vronsky es mostrado como un hombre de grandes pasiones pero de profundidad emocional limitada.
Mientras Anna y Vronsky comienzan su descenso dentro del caos, Kitty crece, gradualmente, en madurez e independencia. A través de la figura de Vareñka, llega a entender otra visión de la vida que no está centrada en el matrimonio sino en las buenas obras, como propósito de vida de la mujer. A pesar de no elegir ese camino, su vivencia del mismo disminuye sus preocupaciones acerca de la humillación de Vronsky y le permite vislumbrar una nueva vida para ella. El rol de su familia, especialmente el de su padre, en apoyarla, constituye un retrato alternativo de las relaciones familiares a la debacle en San Petersburgo.

Anna Karenina – Té Literario (todas las noches, en DaCha, desde el 20 de Abril hasta el 20 de Agosto).

sábado, abril 20th, 2013

Leo Tolstoy con su esposa en Yasnaya Polyana
¡Qué hermosa tarde de abril! ¿Tomamos un MAIA Y KOLYA, les cuento una historia y les hago una propuesta?
La pintura que elegí hoy, es de Ilya Repín, uno de los pintores realistas más extraordinarios de su generación (1844-1930). En ella, vemos a Leo Tolstoy junto a su esposa, Sofia Andreevna, en Yasnaya Polyana. Ruso, de origen ucraniano, Repín fue conocido por sus escenas de gente corriente, a modo de crítica contra el régimen zarista (de él ya vimos la obra «Los sirgadores del Volga»).
Y aquí vienen la pequeña historia y la gran propuesta.
Yasnaya Polyana fue la casa de Tolstoy. En ella nació, vivió, escribió sus novelas, tuvo a sus hijos y allí, también, está su tumba. Por ella pasaron casi todas las figuras culturales y artísticas rusas importantes de su tiempo; entre sus invitados se encontraban Anton Chéjov, Ivan Turguénev, Máximo Gorky, Valentín Serov, Ilya Repín y muchos otros.
Tolstoy escribía las novelas en su estudio, a mano, en letra muy pequeña, con muchos agregados, tachaduras y notas, y le entregaba el borrador a su esposa, quien lo pasaba en limpio durante la noche para que él lo reescribiera al día siguiente. Cada capítulo atravesaba entre cinco y seis borradores hasta ser aceptado como definitivo.
Un día de abril, de 1877, Tolstoy y Sofía -por qué negarle a ella este derecho- terminaron de escribir Anna Karenina, novela que había empezado a aparecer como folletín en la revista Ruskiy Véstnik (El mensajero ruso), a partir de enero de 1875 y que se editó como libro en el ’77. La novela es una de las obras más importantes del realismo literario; está escrita en ocho partes, divididas, a su vez, en capítulos.
Les propongo preparar sus teteras para hacer un viaje en el tiempo e ir leyendo, juntos, cada uno en su dacha, esta maravillosa pieza, analizando cada parte, una vez concluída. Todas las noches publicaré uno o dos Capítulos. Los espero.
-Si hay interesados, podemos tomar nuestro té y leer online, vía Skype.-

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