AGUAS DE PRIMAVERA – IVÁN TURGUÉNIEV – CAPÍTULO 13
Tetera de Jazmines en el pelo para el Capítulo 13 de Aguas de primavera. Puro deleite. Hasta mañana.
AGUAS DE PRIMAVERA – IVÁN TURGUÉNIEV – CAPÍTULO 13
Sanin permaneció en la casa aun después de comer. No habían querido dejarlo marchar so pretexto de que hacía un calor horrible; y cuando el tiempo refrescó un poco, le propusieron salir al jardín a tomar el té, a la sombra de las acacias. Sanin aceptó; se sentía completamente dichoso. Las horas apacibles y de dulce monotonía de la vida guardan exquisitos goces, y se entregaba a ellos con deleite, sin pedir más al día de hoy, sin acordarse de la víspera, sin pensar en mañana. ¡Qué encanto sólo la presencia de una joven como Gemma! Iba a separarse de ella muy pronto, y quizás para siempre; pero mientras la misma barquita, como en los romances de Uhland(1), te mece por la corriente serena de la vida, ¡sé feliz, viajero, deléitate! ¡Feliz viajero! Todo le parecía amable y encantador.
Frau Lenore le propuso medirse con ella y Pantaleone al tressette(2), le enseñó este juego italiano poco complicado; le ganó ella algunos kreutzers, y él quedó entusiasmado con el juego. A petición de Emilio, Pantaleone obligó al perro Tartaglia a lucir todas sus habilidades: Tartaglia saltó por encima de un palo, «habló» (es decir, ladró), estornudó, cerró la puerta con el hocico, trajo a su amo una zapatilla vieja, y, por último, con un chacó(3) en la cabeza, representó al mariscal Bernadotte escuchando las mortales acusaciones que Napoleón le dirige por su traición. Naturalmente, Pantaleone era quien hacía de Napoleón, ¡y con suma fidelidad, a fe mía! Con los brazos cruzados sobre el pecho y un tricornio metido hasta las cejas, hablaba en tono seco y áspero en francés, ¡y en qué francés, Dios mío! Frente a su amo, sentado sobre las patas traseras, encogido y apretando la cola entre las patas, Tartaglia hacía guiños con aire humilde y confuso bajo la visera del chacó metido de través. De rato en rato, cuando Napoleón alzaba la voz, se erguía sobre las patas de atrás. «Fuori, traditori!»(4), exclamó, por último, Napoleón, olvidando, en el exceso de su cólera, que debía sostener hasta el fin su papel en francés; y Bernadotte huyó a todo correr y se metió debajo del diván, de donde salió casi enseguida ladrando alegre, como para hacer saber a todos que la función había concluido. Los espectadores se rieron mucho, y Sanin más que ninguno.
Gemma tenía una risa deliciosa, delicada, mezclada con unos gemidos muy graciosos… Sanin estaba en la gloria con aquella risa. Sentía un loco deseo de comérsela a besos por aquellos gemiditos.
Por fin llegó la noche. ¡Era ya hora de retirarse! Después de haberse despedido de todos y repetido a cada uno «hasta mañana» (incluso besó a Emilio), Sanin regresó a la fonda, llevando en el corazón la imagen de aquella joven, ora risueña, ora pensativa, ora apacible hasta la indiferencia, pero siempre encantadora. Sus hermosos ojos, a veces muy abiertos, brillantes y alegres como el día, otras, medio velados por las pestañas, oscuros y profundos como la noche, estaban tenazmente ante su vista, mezclándose con todas las demás imágenes, con todos los otros recuerdos.
En lo que no pensó ni una sola vez fue en Herr Klüber, en las razones que lo habían retenido en Francfort, en una palabra, en nada de cuanto lo había agitado la víspera.
(1) Ludwig Uhland (1787-1862), poeta lírico alemán.
(2) En italiano: Tresillo, cierto juego de naipes.
(3) Chacó: Prenda del uniforme militar, a manera de sombrero de copa sin alas y con visera, propia de la caballería ligera y aplicado después a tropas de otras armas.
(4) En italiano: ¡Fuera, traidores!
La imagen de hoy: En la primavera – Harold Knight (1874-1961)