kmf "kmf"
Categoria: Té Literario ~ Anna Karenina | Fecha: agosto 6th, 2013 | Publicado por Gabriela Carina Chromoy

ANNA KARENINA – OCTAVA PARTE – CAPÍTULOS 3 Y 4

Kramskoy_Portrait_of_a_Woman
En los añitos en que cada viernes nos juntábamos a cantar con Marcelo Loustau, cuando los ánimos estaban caldeados o cuando la tristura más grande apretaba el alma, él me decía: Por suerte existe la música. Cuando leo estos capítulos de Anna Karenina pienso que por suerte existe el té. Prepárense una taza de DaCha Russkiĭ Sekret y vengan a leer los Capítulos 3 y 4 de la Octava Parte conmigo. Hasta mañana, dachas queridas.
ANNA KARENINA – LEV TOLSTOY
OCATAVA PARTE – Capítulo 3

Después de haberse despedido de la Condesa, Sergey Ivanovich y Katavasov, que ya se habían juntado, entraron en el vagón totalmente lleno y el tren se puso en marcha.

En la estación de Zarizino un grupo de jóvenes rodeó el tren cantando: «Gloria al Zar.» Otra vez los voluntarios se mostraron en los vagones y saludaron, pero Kosnichev no detenía ya en ellos su atención. Había tenido tanto que ver con este tipo que gente, que no lograban ya despertar su atención. En cambio, Katavasov, que, dadas sus ocupaciones, no había tenido ocasión de observarlos hasta entonces, estaba muy interesado en ellos y hacía constantes preguntas a su amigo.

Sergey Ivanovich le aconsejó que pasara a segunda clase y hablara allí personalmente con ellos.

Katavasov siguió su consejo.

En la primera parada, pasó a segunda clase y vio a los voluntarios. Cuatro de ellos iban sentados en un rincón del coche, hablando en voz alta, convencidos de la atención de los viajeros y Katavasov, que acababa de entrar, estaba concentrado en ellos. Un joven alto, de pecho hundido, hablaba más fuertemente que ninguno. Parecía estar algo borracho y explicaba un episodio que le había ocurrido en la escuela. Frente a él se sentaba un oficial ya no joven, con la chaqueta austríaca del uniforme de la Guardia. Escuchaba, sonriendo, el relato y, a veces, hacía callar al joven. Un tercero, con uniforme de artillería, se sentaba en un baúl, a su lado y un cuarto dormitaba.

Katavasov trabó conversación con el joven y supo que era un rico comerciante moscovita que había disipado su fortuna antes de cumplir los veintidós años. No agradó a Katavasov, porque era un joven mimado, poco varonil y de débil salud. Se le notaba seguro, sobre todo ahora que había bebido, de realizar un hecho heroico y se vanagloriaba de él de una manera harto desagradable.

El oficial retirado también causó a Katavasov mal efecto. Era uno de esos hombres que lo han visto todo. Había servido en los ferrocarriles, sido procurador, poseído fábricas y hablaba de todo ello sin venir a cuento, empleando inadecuadamente expresiones técnicas.

En cambio el artillero despertó la simpatía de Katavasov. Hombre modesto y reposado, se le notaba respetuoso ante la sabiduría del ex oficial de la Guardia y la heroica abnegación del ex comerciante y no hablaba de sí mismo. Cuando Katavasov le preguntó el motivo de que fuese a Serbia, repuso con sencillez:

–Como van todos… Hay que ayudar a los servios. Me dan lástima.
–Precisamente faltan artilleros ––dijo Katavasov.

–Pero he servido poco en artillería. Quizá me destinen a caballería o infantería.

–¿Cómo van a mandarle a infantería cuando lo que más necesitan son artilleros? –respondió Katavasov, calculando, por la edad de su interlocutor, que debía de tener algún grado.

–He servido poco en artillería. –repitió– Soy sargento retirado.

Y comenzó a explicar los motivos de no haberse presentado a los exámenes.

Todo ello en conjunto produjo en Katavasov una impresión ingrata y cuando los voluntarios se apearon a beber en una estación, resolvió contrastar su impresión desfavorable con la de algún otro. Había allí un viajero, un anciano vestido con capote militar, que había estado escuchando todo aquel rato la charla de Katavasov con los voluntarios y ahora, al quedar solos los dos, se dirigió a él:

–¡Qué posiciones tan diferentes las de estos hombres que marchan a la guerra! –dijo con vaguedad, deseando expresar su opinión y deseando conocer la del viajero.

El anciano era un militar que había hecho dos campañas. Sabía apreciar lo que es un buen soldado y por el aspecto y charla de aquellos señores y por la desenvoltura con que aplicaban los labios a la bota en el camino, deducía que eran malos militares.

Además, el viajero vivía en una ciudad provinciana y habría deseado contar a Katavasov que de su población se había ido voluntario un recluta expulsado del servicio, borracho y ladrón, al que nadie quería dar trabajo. Pero sabiendo por experiencia que en el estado de exaltación en que estaba la gente era peligroso exponer su opinion, opuesta a la de los demás y sobre todo peligroso criticar a los voluntarios, el viejecito quedó observando a su interlocutor.

–Sí, allí necesitan hombres –dijo, sonriendo con los ojos.

Hablaron del último parte y los dos ocultaron la sorpresa que les producía el hecho de que, estando los turcos batidos en todas partes, se aguardase para el día siguiente un combate decisivo. Y se separaron sin haberse expresado sus opiniones.

Katavasov, al entrar en su coche, contra sus costumbres, no se sintió con valor para exponer su opinión con sinceridad y dijo a Sergey Ivanovich que los voluntarios le habían parecido unos excelentes muchachos.

En una de las estaciones importantes, nuevamente se recibió a los que iban a la guerra con canciones y gritos de entusiasmo, nuevamente aparecieron postulantes de ambos sexos y señoras provincianas con ramos de flores acompañando a los voluntarios a la fonda de la estación. Pero estas manifestaciones no podían ya compararse con la de Moscú.

OCTAVA PARTE – Capítulo 4

Durante la parada en una capital de provincia, Kosnichev, en vez de ir a la fonda, se quedó paseando en el andén.

Al pasar la primera vez ante el camarote de Vronsky, vio echada la cortina de la ventanilla pero la segunda vez distinguió en ella a la anciana Condesa, que lo llamó.

–Ya lo ve usted; también hago el viaje. Acompaño a Alexis hasta Kursk.

–Me lo habían dicho –repuso Sergey Ivanovich, parándose ante la ventanilla y mirando al interior– ¡Qué hermoso rasgo! –añadió, al ver que Vronsky no estaba dentro.

–Sí, pero, ¿qué iba a hacer después de su desgracia?

–¡Qué horrible ha sido! ––exclamó Kosnichev.

–¡No sabe lo que yo he sufrido! Entre, entre… ¡No sabe lo que yo he sufrido! –repitió cuando Sergey Ivanovich se hubo sentado a su lado en el diván– ¡No puede figurárselo! Alexis pasó seis semanas sin hablar con nadie y sin comer más que cuando yo se lo suplicaba. Era imposible dejarlo solo un momento. Vivíamos en el piso de abajo y tuvimos cuidado en quitarle todo aquello con que pudiera suicidarse. Pero, ¿quién puede preverlo todo? Ya sabe usted que ya una vez había intentado suicidarse, por ella también… – agregó la anciana, frunciendo las cejas al recordarlo– Ella ha terminado como debía terminar una mujer así. Incluso eligió una muerte baja, vil…

–No somos nosotros quienes hemos de juzgarla, Condesa. –dijo Sergey Ivanovich suspirando– Pero reconozco que todo eso habrá sido muy penoso para usted.

–¡Horrible! Figúrese que yo estaba en nuestra finca. Y Alexis, ese día, se hallaba en casa. Trajeron una carta. Él escribió la respuesta y la envió. No sabíamos que ella estaba en la estación. Apenas entró en la habitación por la noche, Mary me dijo que una señora se había lanzado bajo el tren en la estación. Me pareció que se me caía el mundo encima. ¡Mi primer pensamiento fue que era ella! Lo primero que mandé fue que no se dijese nada a mi hijo. Pero ya se lo habían dicho. Su cochero se encontraba allí y lo había visto todo. Cuando entré en su cuarto, corriendo, él estaba como loco; daba miedo verle. Corrió a la estación sin decir palabra. No sé lo que pasó allí pero lo trajeron a casa como muerto… No le habría usted reconocido. El médico dijo: Prostration complète. Luego, casi cayó en la locura. En fin, ¿a qué hablar? –dijo la Condesa haciendo un ademán– Era un cosa horrible. Diga usted lo que quiera, ella ha obrado como una mala mujer. Pasiones tan desesperadas no conducen a nada bueno. ¿Qué quiso probar con su muerte, quiere usted decírmelo? Se ha perdido a sí misma y ha causado la perdición de dos hombres excelentes: su marido y mi hijo…

–¿Y qué hace su marido? –preguntó Kosnichev.

–Se llevó a la niña. Aliocha, al principio, estaba conforme con todo. Pero ahora le duele mucho haber entregado su hija a un extraño… Y no puede retirar su palabra. Karenin acudió al entierro. Procuramos que no se encontrara con Aliocha. ¡Había de ser tan penoso para él verse con el marido! En cuanto a Karenin la cosa era más soportable, pues la muerte de su esposa lo ha dejado libre. En cambio mi pobre hijo lo ha sacrificado todo por ella: el servicio, su madre, su posición… Y ni aun así tuvo ella compasión de él y le aniquiló por completo y deliberadamente. Usted podrá pensar lo que quiera, pero hasta en su muerte se ha mostrado una mala mujer, sin religión, sin nada… Dios me perdone pero, viendo el estado de mi hijo, no puedo dejar de maldecir su memoria.

–Y él, ¿cómo está ahora?

–Dios nos ha ayudado con esto de la guerra de Serbia. Soy una vieja y no entiendo nada de estas cosas pero estoy segura de que esto lo ha enviado Dios. Claro que, como madre, tengo miedo y, además, según dicen, ce n’est pas très bien vu à Saint–Petersbourg. Pero, ¿qué vamos a hacer? Sólo esto podia reanimarle. Su amigo Jachvin perdió su fortuna a las cartas y resolvió ir a Serbia. Visitó a mi hijo y lo persuadió. Y él, ahora está interesado. Hable con mi hijo, se lo ruego. Lo alegrará mucho verlo. Háblele, por favor… Mire:
está paseando por allí…

Sergey Ivanovich contestó que lo haría con mucho gusto y pasó al otro lado del tren.

Tags: , , , , , ,

Comments are closed.

Últimas Entradas del Blog

  • Tomar

    Tomar

    dom Feb 28

    Фэнтезийный мир Владимира Федотко. Cada tanto, sucede. Esa sincronicidad mágica. Una llamada,...

  • EL COLOR PÚRPURA ~ ALICE WALKER (PDF)

    EL COLOR PÚRPURA ~ ALICE WALKER (PDF)

    sáb Jun 06

    Queridos amigos de esta dacha virtual:  debajo iré pegando los enlaces para la lectura de nuestra nueva novela....

  • TÉ LITERARIO ~ EL COLOR PÚRPURA ~ ALICE WALKER

    TÉ LITERARIO ~ EL COLOR PÚRPURA ~ ALICE WALKER

    jue Jun 04

    Para arrancar este invierno de cuarentena, les propongo preparar sus teteras para hacer un viaje en el tiempo e ir leyendo...

Tea blends, blends artesanales, blends de té en hebras, té de alta gama, té premium, té ruso, té de samovar, tea shop, té gourmet, latex free tea blends, mezclas de té en hebras libres de látex, té orgánico.

Buenos Aires - Argentina | Tel. 15-6734-2781 - Llámenos gratuitamente | sekret@dachablends.com.ar