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Categoria: Té Literario ~ Aguas de primavera | Fecha: octubre 4th, 2013 | Publicado por Gabriela Carina Chromoy

AGUAS DE PRIMAVERA – IVÁN TURGUÉNIEV – CAPÍTULO 14

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Buenas noches, queridas dachas lectoras! Con el Capítulo 14 de Aguas de primavera y una tetera de Alma de noruega, me despido de ustedes hasta el lunes. Que tengan un lindísimo fin de semana, pónganse al día los rezagados y los recién llegados (vamos creciendo en número). No olviden reservarse el Sábado 30 de Noviembre para nuestro encuentro.

AGUAS DE PRIMAVERA – IVÁN TURGUÉNIEV – CAPÍTULO 14

Preciso es que digamos algunas palabras acerca del propio Sanin. En primer término, no era mal parecido: talle proporcionado, esbelto, facciones agradables aunque un poco indecisas, ojos azules, claros, de cariñosa expresión, cabellos con reflejos dorados, piel blanca y sonrosada, y, sobre todo, ese aire ingenuamente alegre, confiado, abierto, algo bobo a primera vista, en el cual antes se reconocía, sin esfuerzo, a los hijos de los nobles de la estepa, los «hijos de familia», los jóvenes de buena casta, nacidos y engordados al aire libre en las inmensas extensiones esteparias; bonito andar, un poco vacilante, leve ceceo al hablar, una sonrisa infantil en cuanto lo miraban…, en fin, todo él rebosaba lozanía, buen humor, salud, molicie y más molicie: tal era Sanin de cuerpo entero. Además, no estaba desprovisto de talento ni de instrucción. Había conservado su candor, a pesar de su viaje al extranjero; para él eran casi desconocidos los sentimientos tumultuosos que perturbaban a los mejores jóvenes de aquel tiempo.

En nuestros días, después de una minuciosa búsqueda de «hombres nuevos», nuestra literatura se ha puesto a producir tipos de jóvenes decididos a conservar su pureza, a conservarse frescos e intactos… cueste lo que cueste, frescos como las ostras que de Flensburgo llevan a San Petersburgo. Sanin no tenía nada de común con ellos: era naturalmente fresco. De compararlo con algo, hubiera sido menester hacerlo con un tierno manzano, de hojas rizadas, recién injertado, de nuestros huertos de las tierras negras, o, mejor aún, con un potro de tres años, nacido en las antiguas yeguadas «señoriales», bien cuidado y reluciente, uno de esos potros de patas mal desbastadas, que apenas empiezan a pasar la primera doma. Los que han encontrado a Sanin más tarde, baqueteado por la vida, perdida ya la flor de la juventud, esos han conocido a otro hombre.

Al día siguiente, aún estaba Sanin en la cama, cuando Emilio, vestido de fiesta, fragante de pomada capilar y con un junquillo en la mano, se metió de rondón en el dormitorio y anunció que Herr Klüber iba a llegar con el coche, que el día prometía ser magnífico, que todo estaba dispuesto en casa, pero que mamá no iba a ir, porque le había vuelto a dar la jaqueca de la víspera. Empezó a apurar a Sanin, asegurándole que no había un minuto que perder. En efecto, Herr Klüber encontró a Sanin arreglándose todavía. Llamó a la puerta, entró, inclinó y enderezó su noble talle, declaró hallarse dispuesto a esperar todo cuanto hiciera falta y tomó asiento, con el sombrero elegantemente apoyado en una rodilla. El guapo dependiente se había emperejilado y perfumado hasta lo imposible; cada uno de sus movimientos despedía intensa fragancia. Había venido en una hermosa carretela descubierta, un landó tirado por un tronco de mala estampa, pero de buena alzada y vigoroso. Un cuarto de hora después, Sanin, Klüber y Emilio se detenían triunfalmente ante la puerta de la confitería. La señora Roselli se negó a tomar parte en el paseo. Gemma quiso quedarse con su madre, pero esta misma la empujó al coche.

—No necesito a nadie, dormiré. —dijo —De buena gana hubiera enviado con ustedes a Pantaleone, pero se necesita alguien para atender a los clientes.

—¿Podemos llevarnos a Tartaglia?

—¿Por qué no?

Al punto Tartaglia se lanzó alegremente al pescante, y se instaló allí, relamiéndose. Se veía que estaba acostumbrado a hacerlo.

Gemma se había puesto un gran sombrero de paja con cintas pardas, cuyo borde bajaba por delante, resguardándole casi toda la cara de los rayos del sol. La línea de la sombra terminaba precisamente en la boca, brillaban sus labios con un encarnado suave y fino como los pétalos de la rosa de cien hojas, y sus dientes despedían cándidos reflejos como en los niños. Gemma tomó asiento en el fondo, junto a Sanin; Klüber y Emilio se sentaron frente a ellos. El pálido rostro de Frau Lenore apareció en una ventana; Gemma le hizo una señal de despedida con su pañuelo blanco, y el coche arrancó.

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Categoria: Chaepítie - чаепитие - "Tetear" ;-) | Fecha: octubre 4th, 2013 | Publicado por Gabriela Carina Chromoy

SALGAMOS A TOMAR UN TÉ AL JARDÍN

24328247_434 Богданов-Бельский Николай Петрович — День рождения в саду

Debajo de los árboles, en una fiesta de destellos y sombras, como pinceladas impresionistas. ¡Salgamos a tomar un té al jardín!
Aquí vemos un típico chaepítie, en el jardín de una dacha rusa, el samovar sobre la mesa, la mamá sirviendo el té a los niños, quienes lo vuelcan desde sus vasos a sus platitos y, de allí, lo toman, a sorbos. La escena se completa con un vaso de violetas, una copa de jalea, un plato de frutas frescas y esas maravillosas rosquillas -baranki-.

Que empiecen un hermoso fin de semana.

Imagen: -Богданов-Бельский Николай Петрович — День рождения в саду-

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Categoria: Té Literario ~ Aguas de primavera | Fecha: octubre 3rd, 2013 | Publicado por Gabriela Carina Chromoy

AGUAS DE PRIMAVERA – IVÁN TURGUÉNIEV – CAPÍTULO 13

e2 Harold Knight (English painter, 1874-1961) In the Spring
Tetera de Jazmines en el pelo para el Capítulo 13 de Aguas de primavera. Puro deleite. Hasta mañana.

AGUAS DE PRIMAVERA – IVÁN TURGUÉNIEV – CAPÍTULO 13

Sanin permaneció en la casa aun después de comer. No habían querido dejarlo marchar so pretexto de que hacía un calor horrible; y cuando el tiempo refrescó un poco, le propusieron salir al jardín a tomar el té, a la sombra de las acacias. Sanin aceptó; se sentía completamente dichoso. Las horas apacibles y de dulce monotonía de la vida guardan exquisitos goces, y se entregaba a ellos con deleite, sin pedir más al día de hoy, sin acordarse de la víspera, sin pensar en mañana. ¡Qué encanto sólo la presencia de una joven como Gemma! Iba a separarse de ella muy pronto, y quizás para siempre; pero mientras la misma barquita, como en los romances de Uhland(1), te mece por la corriente serena de la vida, ¡sé feliz, viajero, deléitate! ¡Feliz viajero! Todo le parecía amable y encantador.

Frau Lenore le propuso medirse con ella y Pantaleone al tressette(2), le enseñó este juego italiano poco complicado; le ganó ella algunos kreutzers, y él quedó entusiasmado con el juego. A petición de Emilio, Pantaleone obligó al perro Tartaglia a lucir todas sus habilidades: Tartaglia saltó por encima de un palo, «habló» (es decir, ladró), estornudó, cerró la puerta con el hocico, trajo a su amo una zapatilla vieja, y, por último, con un chacó(3) en la cabeza, representó al mariscal Bernadotte escuchando las mortales acusaciones que Napoleón le dirige por su traición. Naturalmente, Pantaleone era quien hacía de Napoleón, ¡y con suma fidelidad, a fe mía! Con los brazos cruzados sobre el pecho y un tricornio metido hasta las cejas, hablaba en tono seco y áspero en francés, ¡y en qué francés, Dios mío! Frente a su amo, sentado sobre las patas traseras, encogido y apretando la cola entre las patas, Tartaglia hacía guiños con aire humilde y confuso bajo la visera del chacó metido de través. De rato en rato, cuando Napoleón alzaba la voz, se erguía sobre las patas de atrás. «Fuori, traditori!»(4), exclamó, por último, Napoleón, olvidando, en el exceso de su cólera, que debía sostener hasta el fin su papel en francés; y Bernadotte huyó a todo correr y se metió debajo del diván, de donde salió casi enseguida ladrando alegre, como para hacer saber a todos que la función había concluido. Los espectadores se rieron mucho, y Sanin más que ninguno.

Gemma tenía una risa deliciosa, delicada, mezclada con unos gemidos muy graciosos… Sanin estaba en la gloria con aquella risa. Sentía un loco deseo de comérsela a besos por aquellos gemiditos.

Por fin llegó la noche. ¡Era ya hora de retirarse! Después de haberse despedido de todos y repetido a cada uno «hasta mañana» (incluso besó a Emilio), Sanin regresó a la fonda, llevando en el corazón la imagen de aquella joven, ora risueña, ora pensativa, ora apacible hasta la indiferencia, pero siempre encantadora. Sus hermosos ojos, a veces muy abiertos, brillantes y alegres como el día, otras, medio velados por las pestañas, oscuros y profundos como la noche, estaban tenazmente ante su vista, mezclándose con todas las demás imágenes, con todos los otros recuerdos.

En lo que no pensó ni una sola vez fue en Herr Klüber, en las razones que lo habían retenido en Francfort, en una palabra, en nada de cuanto lo había agitado la víspera.

(1) Ludwig Uhland (1787-1862), poeta lírico alemán.
(2) En italiano: Tresillo, cierto juego de naipes.
(3) Chacó: Prenda del uniforme militar, a manera de sombrero de copa sin alas y con visera, propia de la caballería ligera y aplicado después a tropas de otras armas.
(4) En italiano: ¡Fuera, traidores!

La imagen de hoy: En la primavera – Harold Knight (1874-1961)

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Categoria: Té Literario ~ Aguas de primavera | Fecha: octubre 2nd, 2013 | Publicado por Gabriela Carina Chromoy

AGUAS DE PRIMAVERA – IVÁN TURGUÉNIEV – CAPÍTULO 12

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Capítulo cortito el 12 de Aguas de primavera. Pero lindo.
Aquí tenemos Old lavender 1932 en la tetera, para coronar la noche, después de cenar. Hasta mañana, dachas del mundo.
AGUAS DE PRIMAVERA – IVÁN TURGUÉNIEV – CAPÍTULO 12

A Gemma no le gustaba en absoluto Hoffmann, y hasta lo encontraba… aburrido. Todo lo que de nebuloso y fantástico tienen esos relatos del Norte no era comprensible para su naturaleza meridional y enteramente impregnada de sol. «¡Esos son cuentos de chiquillos!», afirmaba, no sin desdén. Se daba cuenta, vagamente, de que Hoffmann carece de poesía.

Sin embargo, le gustaba mucho uno de aquellos cuentos, de cuyo título no podía acordarse. A decir verdad, lo que le gustaba era el principio de dicho cuento, pues se le había olvidado el final o tal vez no lo hubiese leído nunca. Era la historia de un joven que encontraba no se sabe dónde, acaso en una confitería, a una muchacha griega de asombrosa belleza, acompañada por un viejo de aire extraño, misterioso y cruel. El joven se enamora de la señorita, a primera vista; ésta lo mira con aire lastimero, como pidiéndole que la liberte. Se aleja él un momento y, al volver enseguida a la confitería, ya no encuentra a la joven ni al viejo. Se lanza en su busca, descubre a cada instante indicios de su presencia, prosigue la persecución, y por más que hace, nunca logra alcanzarlos en ninguna parte. La hermosa desconocida ha desaparecido para siempre, y él no tiene fuerzas para olvidar aquella mirada suplicante; lo atormenta la idea de que quizás se le ha escapado de las manos toda la felicidad de la vida…

No es seguro que Hoffmann termine el relato de este modo; pero Gemma, inconsciente de ello, lo arregló así y así lo retuvo en la memoria.

—Me parece —dijo— que los encuentros y separaciones de este género son más frecuentes de lo que creemos.

Sanin permaneció en silencio algunos instantes; luego habló de Herr Klüber. Era la primera vez que pronunciaba su nombre; hasta aquel momento, ni siquiera había pensado en dicho personaje.

Gemma, a su vez, calló un instante, mordiéndose con aire pensativo la uña del dedo índice y apartando la vista; luego, hizo un elogio de su prometido, habló de la excursión proyectada para el día siguiente, y, echando una rápida ojeada a Sanin, volvió a quedarse callada.

Sanin ya no encontraba sobre qué sacar conversación. Emilio entró bruscamente y despertó a Frau Lenore… Sanin se puso contento al verlo llegar.

Frau Lenore se levantó del sillón. Se presentó Pantaleone, y anunció que el almuerzo estaba servido. El amigo de la casa, ex cantante y sirviente, desempeñaba también las funciones de cocinero.

Imagen de hoy: Lavender tea – Kate Bedell

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Categoria: Té Rojo | Fecha: octubre 2nd, 2013 | Publicado por Gabriela Carina Chromoy

TÉ EN HEBRAS: TERMINOLOGÍA PARA ANÁLISIS SENSORIAL DE TÉS ROJOS (1ra parte)

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La siguiente terminología fue pensada para darle adjetivación al té rojo (negro en Occidente). Para quienes recién comienzan a incursionar en el atrapante mundo del té y a realizar sus primeros análisis sensoriales (vista, olfato, gusto), no es fácil encontrar las palabras adecuadas para expresar las cualidades o estados de las hebras secas, hidratadas y del licor. Aquí va una ayudita:

Términos que describen a la hoja seca
Negra (black): apariencia negra óptima.
Negruzca (blackish): una apariencia satisfactoria.
Grande (bold): hojas demasiado grandes para el un determinado grado.
Marrón (brown): aspecto marrón, que normalmente indica un tratamiento de la hoja excesivamente duro.
Limpia(clean): la hoja que está libre de tallos, polvo y toda materia extraña.
Ensortijada (curly): apariencia de la hoja entera de grados como OP, enrollada no demasiado apretada.
Uniforme (even): fiel a la calificación, que consiste en trozos de hoja de tamaño bastante uniforme o de similar granulometría.
Escamosa (flaky): hoja plana, abierta y, con frecuencia, de textura débil.
Gris (gray): debido a la abrasión excesiva durante el proceso de selección.
Granular (grainy): describe los grados primarios de los CTC bien hechos, como el polvo (dust) de Pekoe.
Larga (leafy): un té en el que las hojas tienden a ser grandes o largas.
Liviano (light): una hoja liviana en peso o de escasa densidad. A veces, escamosa.
Elaboración (make): té bien hecho (o no), fiel a su grado.
Mohoso (musty): hoja afectada por el moho.
Alta gama (neat): excelente calidad en elaboración y tamaño.
Polvoroso (powdery): hoja cubierta de una capa delgada de polvo.
Roto (ragged): un té desigual, maltratado y mal clasificado. No confundir con «broken».
Tallo y Fibra (stalk and fibre): la cantidad debe ser mínima en los grados superiores pero, en general, es inevitable en los grados menores.
Brote (Tip): un signo de buena cosecha, evidente en los grados superiores de tés ortodoxos.
Irregular y mixta (uneven and mixed): trozos «desiguales» de hoja, indicativos de clasificaciones pobres y que no corresponden al grado indicado.
Bien enrulada (well twisted): se usa para describir los grados de hoja entera, generalmente descriptas como «bien hechas» o «enrolladas».
Apretada (wiry): apariencia de una hoja delgada y pequeña bien enrollada.

Términos que describen a la hoja hidratada
Aroma: olor o aroma que denota el «carácter inherente», por lo general, del té cultivado en zonas altas.
Brillo (bright): aspecto brillante. Por lo general, indica que los licores también son brillantes o claros.
Cobriza (coppery): hoja de color cobre brillante, que indica un té bien manufacturado.
Opaca (dull): carece de brillo y por lo general denota la mala calidad del té. Esto puede deberse a una fabricación o secado defectuosos o a un alto contenido de humedad.
Oscura (dark): un color oscuro u opaco por lo general es indicador de mala calidad.
Verde (green): cuando se está hablando de té rojo (negro en Occidente), puede deberse a una sub-fermentación o a hojas de arbustos inmaduros (licores a menudo crudos o sin fuerza). También puede deberse a una mala técnica de enrulado.
Mixta o desigual (mixed or uneven): Hoja de diferentes colores.

Fuente: «The book of tea» de Anthony Burgess

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Categoria: Té Literario ~ Aguas de primavera | Fecha: octubre 1st, 2013 | Publicado por Gabriela Carina Chromoy

AGUAS DE PRIMAVERA – IVÁN TURGUÉNIEV – CAPÍTULO 11

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Buenísimas noches, dachas queridas. Tarde, ya sé. Yo ya me tomé una tisana, de muchas hierbas, con linda charla de mujeres, y ahora les dejo el Capítulo 11 de Aguas de primavera. Hasta mañana.
AGUAS DE PRIMAVERA – IVÁN TURGUÉNIEV – CAPÍTULO 11

Sonó la campanilla de la puerta exterior. Un joven campesino, con chaleco rojo y gorra de piel, entró en la confitería. Era el primer comprador de aquel día.

—He aquí cómo va el comercio —había dicho Frau Lenore a Sanin, dando un suspiro durante el almuerzo.

Continuaba dormida. No atreviéndose Gemma a sacar la mano de debajo de la almohada, dijo muy quedo a Sanin:

—Vaya usted y despache por mí.

Sanin, andando de puntillas, pasó enseguida a la tienda. El joven labriego pidió un cuarterón(1) de pastillas de menta.

—¿Qué le cobro? —dijo Sanin a media voz, a través de la puerta.

—Seis kreutzers —murmuró Gemma.

Sanin pesó las pastillas, buscó papel, hizo un cucurucho, las echó en él, se le desparramaron, las recogió, volvieron a caérsele y, por fin, las pudo entregar y recibió el dinero… El joven aldeano lo miraba estupefacto, dando vueltas a la gorra contra el pecho, mientras que en la otra habitación Gemma ahogaba la risa apretándose la boca con la mano. Aún no había salido este comprador, cuando entró otro, luego un tercero…

-Parece que tengo buena mano -se dijo Sanin.

El segundo parroquiano pidió un vaso de horchata, el tercero media libra de bombones. Sanin los sirvió armando un barullo de cucharas y platillos, y metiendo animoso los dedos en los cajones y en los frascos de boca ancha. Hecha la cuenta, resultó que había vendido la horchata demasiado barata, y cobrado en los bombones dos kreutzers de más. Gemma no cesaba de reírse bajito; en cuanto a Sanin, sentía una animación desusada y una disposición de ánimo verdaderamente feliz. ¡Hubiera vivido así eternidades, vendiendo bombones y horchatas detrás de aquel mostrador, mientras que desde la trastienda lo miraba aquella encantadora criatura con ojos amistosamente burlones, y el sol estival, a través del espeso follaje de los castaños que crecían delante de las ventanas, llenaba toda la estancia con el oro verdoso de sus rayos y de sus sombras, y su corazón se mecía con la dulce languidez de la pereza, del quietismo y de la juventud, de la primera juventud!

El cuarto parroquiano pidió una taza de café. Hubo que dirigirse a Pantaleone. Emilio no había vuelto aún del almacén de Herr Klüber.

Sanin volvió a sentarse junto a Gemma. Frau Lenore continuaba dormida, con gran contento de su hija…

—Cuando mamá duerme, se le quita la jaqueca —explicó la muchacha.

Sanin se puso a hablar con Gemma, en voz baja, como antes, por supuesto. Habló de su «comercio». Se informó muy serio del precio de los diferentes «artículos del ramo de confitería». Gemma se los indicó con la misma formalidad y, sin embargo, ambos se reían para sus adentros, de buena fe, como si se confesasen a sí mismos que estaban representando una divertidísima comedia. De pronto, en la calle, un organillo se puso a tocar el aria de Freischütz:

Durch die Felder, durch die Auen…(2)

Los sonidos, gemebundos y temblones, rechinaban en el aire inmóvil. Gemma se estremeció:

—¡Va a despertar a mamá!

Sanin se apresuró a salir e hizo desaparecer al músico ambulante, poniéndole en la mano algunos kreutzers. Cuando el joven volvió, Gemma le dio las gracias con un ligero movimiento de cabeza; luego, con una sonrisa meditabunda, tarareó con voz apenas perceptible la linda melodía de Weber(3) en que Max expresa todas las vacilaciones del primer amor. Enseguida preguntó a Sanin si conocía Der Freischütz, si le gustaba Weber; y añadió que, a pesar de su origen italiano, le agradaba «esa» música más que ninguna. De Weber, la conversación fue insensiblemente a parar a la poesía, al romanticismo, a Hoffmann(2) tan en boga en aquel entonces…

Pero Frau Lenore seguía durmiendo, y hasta roncaba ligeramente, y los rayos del sol, que pasaban como líneas estrechas a través de los resquicios de las persianas, iban cambiando de sitio y viajaban con un movimiento imperceptible, aunque continuo, sobre el suelo, sobre los muebles, sobre la falda de Gemma, sobre las hojas y los pétalos de las flores.

(1) Cuarterón: cuarta parte de una libra.
(2) En alemán: A través de campos, a través de llanos.
(3) Carl Maria von Weber (1786-1826), compositor, pianista y director; uno de los creadores del movimiento romántico musical alemán. Entre sus innovaciones musicales está el empleo del leitmotiv y de recitativos cantados, en lugar del habitual diálogo hablado de la ópera alemana.
(4) Ernst Theodor Amadeus Hoffmann (1776-1822), escritor y compositor. Una de las figuras más representativas del romanticismo alemán. Creador de la ópera Ondina (1816) y de textos de ficción de gran importancia como fue su libro de cuentos en dos volúmenes Piezas fantásticas (1814-1815).

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Categoria: Chaepítie - чаепитие - "Tetear" ;-), De flores y frutos | Fecha: octubre 1st, 2013 | Publicado por Gabriela Carina Chromoy

UN PRIMERO DE OCTUBRE, DOS AÑOS ANTES, DOS AÑOS DESPUÉS

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Dejo esto y disparo a encontrarme con Dalina, la más linda! Es mi status personal de justo justito hace 2 años. Me acabo de reir un rato.
«Yo era odontóloga y soñaba con cantar… y un día me enganché a hacer tés. Y como si lo vamo’ a hacer, lo hacemo’ bien y si no, no hacemo’ nada… QUIÉN ME HABRÁ MANDADO A MÍ A COMPRAR 7 KILOS DE QUINOTOS!!! Para qué!!! Si así estábamos tranquilos! El aprendiz de brujo un poroto al lado mío… corto una tanda y parece que se reproducen!!! Alguien que me avise a las 4 de la mañana, así paro, por favor?» (preparando Kaifeng Imperial)

03 Kaifeng Imperial C

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Categoria: Té Literario ~ Aguas de primavera | Fecha: septiembre 30th, 2013 | Publicado por Gabriela Carina Chromoy

AGUAS DE PRIMAVERA – IVÁN TURGUÉNIEV – CAPÍTULO 10

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Ay, ay, ay, leo este Capítulo 10 de nuestras Agua de primavera y me acuerdo de los planteos de mi madre respecto de ser artista
Prepárense una taza de té y sigamos con la lectura. A partir de hoy, leeremos de lunes a viernes. Resérvense el 30 de Noviembre para nuestro encuentro.
AGUAS DE PRIMAVERA – IVÁN TURGUÉNIEV – CAPÍTULO 10

Gemma, en efecto, pareció contentísima de verlo, y Frau Lenore lo recibió muy afectuosa. Se veía que Sanin había producido en ellas una impresión favorable la víspera. Emilio corrió a ocuparse del almuerzo, no sin haber cuchicheado al oído de Sanin: «¡No lo olvide usted!»

—No lo olvidaré —contestó Sanin.

Frau Leonore no se encontraba del todo bien; tenía jaqueca y, medio tumbada en un sillón, procuraba moverse lo menos posible. Gemma llevaba una bata amarilla, sujeta con un cinturón negro de cuero; tenía también aspecto fatigado, y una ligera palidez cubría sus mejillas; leves ojeras circundaban sus párpados, pero el brillo de su mirada no se había empañado y aquella palidez daba algo de misterio y dulzura a sus facciones, de una pureza y una severidad clásicas. Ese día le llamó sobre todo la atención, a Sanin, la extraordinaria belleza de sus manos… Cuando las levantaba para arreglarse y sujetar los rizos oscuros y lustrosos de sus cabellos, Sanin no podía apartar la vista de aquellos dedos largos y flexibles, separados unos de otros como los de la Fornarina(1) de Rafael.

Hacía mucho calor en la calle. Sanin quería despedirse después de almorzar, pero le hicieron ver que con semejante día lo mejor era quedarse donde estaba. Convino en ello y se quedó. Un agradable frescor reinaba en la estancia donde sus anfitriones y él se habían instalado y cuyas ventanas daban a un jardincito plantado de acacias. Un ávido enjambre de abejas, avispas y zánganos, zumbaban atareados entre el frondoso follaje sembrado de áureas flores. Ese incesante murmullo que penetraba en la habitación por las celosías entreabiertas y las cortinas echadas, hablaba del calor de afuera y hacía parecer aún más suave el fresco de aquella casa cerrada y acogedora.

Sanin habló mucho, como la víspera, pero ya no de Rusia ni de la vida rusa. Con el fin de complacer a su amiguito, a quien habían mandado a casa de Herr Klüber enseguida del almuerzo, para ejercitarse en la teneduría de libros, llevó la conversación al terreno de las ventajas y los inconvenientes que el arte y el comercio tenían en comparación. Esperaba ver a Frau Lenore tomar la defensa de esta última profesión; pero le extrañó sobremanera el ver que también Gemma participaba de tales opiniones.

—Si se es artista, sobre todo cantante, —insistió con ademán enérgico -es preciso ocupar el primer puesto. El segundo nada vale. ¿Y quién sabe si se ha de llegar a ese primer puesto?

Pantaleone, que tomaba parte en la conversación (porque en su calidad de viejo y servidor antiguo, tenía el privilegio de sentarse en compañía de los dueños de la casa: los italianos, en general, no son de etiqueta muy severa), naturalmente, defendía el arte con todas sus fuerzas. A decir verdad, sus argumentos eran muy endebles: repetía que era necesario hallarse dotado de cierto ímpetu de inspiración, d’un certo estro d’inspirazione. Frau Lenore le objetó que probablemente él mismo había poseído ese estro, y que, sin embargo…

—Tuve enemigos —respondió Pantaleone con aire tétrico.

—¿Y cómo puedes estar seguro —ya se sabe que los italianos se tutean a menudo— de que Emilio, aun suponiendo que estuviese dotado de ese estro, no los tendría?

—¡Pues bien, háganlo mercachifle! —dijo despechado Pantaleone —¡Pero Giovanni Battista no se hubiera conducido así, a pesar de ser confitero!

—Giovanni Battista, mi marido, era un hombre razonable; y si en su primera juventud pudo dejarse arrastrar…

Pero el viejo no escuchaba; se alejó, murmurando con hosquedad:

—¡Ah! ¡Giovanni Battista!

Gemma exclamó que si Emilio sentía en sí el amor a la patria y si quería consagrar sus fuerzas a la independencia de Italia, podía ciertamente sacrificar la seguridad de su porvenir por un fin tan noble y elevado, pero no por el teatro. Al oír esto, Frau Lenore, inquieta, suplicó a su hija que, al menos, no arrastrase a su hermano fuera del buen camino. ¿No bastaba con que ella fuese una republicana furibunda? Después de haber pronunciado estas palabras, Frau Lenore exhaló un suspiro quejumbroso y dijo que sufría mucho, que su cabeza estaba «próxima a estallar» (Frau Leonore, por cortesía para con su invitado, hablaba en francés con su hija). Gemma se puso enseguida a acariciar a la madre, soplándole con delicadeza en la frente después de humedecérsela con agua de colonia; la besó con dulzura en las mejillas, le arregló la cabeza encima de la almohada, le prohibió que hablase y la besó de nuevo. Luego, dirigiéndose a Sanin, se puso a contarle, medio risueña, medio sentimental, qué admirable madre era la suya y cuán hermosa había sido.

-¿Pero, ¿qué digo? ¡Aún lo es! ¡Y hermosísima! ¡Vea usted, vea usted, vea usted qué ojos!

Gemma sacó del bolsillo un pañuelo blanco, lo puso sobre la cara de su madre, y tirándo de él hacia abajo poco a poco, descubrió primero la frente, después las cejas y los ojos de Frau Lenore, se detuvo un momento y le pidió que mirase. Obedeció ésta, y Gemma dio un grito de admiración. Los ojos de Frau Lenore eran en verdad hermosos. Hizo resbalar rápidamente el pañuelo por la parte inferior de la cara, menos regular que la superior, y volvió a empezar a llenarla de besos. Frau Lenore, sonriéndose, se volvió un poco e hizo como que rechazaba a su hija con esfuerzo. Gemma fingió también luchar y se puso a acariciarla no con la felina zalamería de las francesas, sino con la gracia italiana, bajo la cual siempre se adivina la fuerza.

Por fin, dijo Frau Lenore que estaba fatigada. Gemma le aconsejó que durmiera un poco en el sillón. Y que «ella y el caballero ruso —le monsieur russe— se estarían quietos… muy tranquilos, como ratoncitos… comme des petites souris».

Frau Lenore le dirigió una sonrisa por única respuesta, cerró los ojos, respiró profundo dos o tres veces y se adormeció. Gemma se sentó rápido junto a ella en una banqueta y, sosteniendo la almohada donde descansaba la cabeza de su madre, permaneció inmóvil, llevando sólo de vez en cuando a sus labios un dedo de la otra mano para recomendar silencio, y mirando a Sanin con el rabito del ojo, cada vez que éste se permitía el menor movimiento. Concluyó el joven por inmovilizarse también y quedó como hechizado, dejando a su alma admirar, con todas sus fuerzas, el cuadro que ante él se ofrecía. Aquel aposento medio a oscuras, donde como puntos luminosos brillaban acá y allá frescas rosas muy abiertas en antiguos vasos de color verde; aquella mujer dormida, con las manos suavemente cruzadas, con su bondadoso rostro rendido y aureolado por la suave blancura de la almohada; aquella joven que la miraba con atención, también buena, pura y admirablemente hermosa, con sus ojos negros, profundos, llenos de sombra y a la vez de fulgores… ¿era un ensueño, un cuento de hadas…? ¿Y cómo estaba «él» allí?

(1) Margarita Luti, romana de singular belleza, hija de un panadero (fornaio), modelo y amante del pintor italiano Rafael Sanzio (1483-1520).

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Categoria: Chaepítie - чаепитие - "Tetear" ;-), Dachas que nos hacen DaCha, Eventos, Historia, Uncategorized | Fecha: septiembre 29th, 2013 | Publicado por Gabriela Carina Chromoy

DACHA EN EXPO TÉ. CHAEPÍTIE: LA FIESTA DEL TÉ RUSO

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Terminada la Expo Té, el resultado fue más que positivo. Cansadas, Silvia Ramos y yo pero contentas, sobre todo por el factor humano, por la gente que conocimos, de distintos ámbitos, de distintas provincias, con diversas actividades y formas de expresión de las propias pasiones.

Vuelta a casa y, como los hijos nos dan sorpresas, descubro que mi príncipe, Kolya, grabó mi disertación en la Expo Té. El audio es bastante pobre, porque está grabada con un celular pero, prestando atención, se entiende. Para los que tenían ganas de estar pero no pudieron, aquí va, con 2 Fe de erratas: cuando digo 60 años después, son 30 AÑOS DESPUÉS; cuando digo 5 a 10 minutos, son 5 a 10 SEGUNDOS. Aclarado esto, que es lo más grosso, me quedo tranquila.
Para escuchar el audio del enlace que aquí abajo les pego, recuerden anular la música de la página, haciendo click donde dice AUDIO OFF, en el margen superior izquierdo de la pantalla.

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Categoria: Té Literario ~ Aguas de primavera | Fecha: septiembre 26th, 2013 | Publicado por Gabriela Carina Chromoy

AGUAS DE PRIMAVERA – IVÁN TURGUÉNIEV – CAPÍTULO 9

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Taza de Sweet Heather y el Capítulo 9 de Aguas de primavera. Hasta mañana, dachas queridas.
AGUAS DE PRIMAVERA – IVÁN TURGUÉNIEV – CAPÍTULO 9

En cuanto su futuro cuñado hubo salido, Emilio, que aún después de la invitación hecha por Sanin de «tomarse la molestia de sentarse», no había cesado de mirar por la ventana; dio media vuelta a la izquierda, y ruborizándose, con un mohín de afectación infantil, preguntó a Sanin si podía quedarse aún un poco.

—Me siento mucho mejor hoy, —añadió —pero el doctor me ha prohibido trabajar.

—Quédese; no me estorba usted en absoluto —exclamó enseguida Sanin, encantado, como todo verdadero ruso, de aceptar la primera proposición que pudiese dispensarlo de hacer él mismo alguna cosa.

Emilio dio las gracias, y en un instante tomó posesión de Sanin y de su cuarto; examinó los objetos pertenecientes a su huésped y preguntó acerca de todo lo que veía: «¿dónde lo había comprado usted?», «¿cuánto le costó esto?» Lo ayudó a afeitarse, le dijo que hacía mal en no dejarse crecer el bigote, y, por último, le contó una multitud de particularidades acerca de su madre, de su hermana, de Pantaleone, hasta de Tartaglia, y toda la manera de vivir de ellos. Había desaparecido todo asomo de timidez en Emilio, quien sintió, súbitamente, un afecto extraordinario por Sanin, no porque éste le hubiera salvado la vida el día anterior, sino porque «¡era tan simpático!» No tardó en confiarle todos sus secretos, insistiendo, en particular, sobre un tema. Mamá quería hacerlo comerciante a toda costa, y él sabía, «sabía», sin ninguna duda, que había nacido artista, músico, cantante, ¡que el teatro era su verdadera vocación! El mismo Pantaleone lo animaba; pero Herr Klüber sostenía el parecer de mamá, sobre la cual tenía gran influencia. La idea de hacer de él un «hortera» era propia de Herr Klüber, a cuyo entender nada podía compararse con la profesión de mercader. Vender paño y terciopelo, estafar al público, hacerle pagar «Narren oder Russen-Preise»(1) ¡he aquí su ideal!

—Pero ya es hora de irnos a casa —exclamó en cuanto Sanin hubo concluido de arreglarse y escrito su carta a Berlín.

—Todavía es muy temprano —dijo Sanin.

—Eso no importa. —replicó Emilio con zalamería —Vamos al correo, y de allí a casa. Gemma se pondrá muy contenta de verlo a usted. Almuerce con nosotros… Hable usted a mama de mí, de mi carrera.

—Vamos —aceptó Sanin.

Y salieron.

(1) Entonces, como también ahora, a principios de mayo, muchos rusos iban a Francfort y los precios en las tiendas subían tanto, que se los llamaban “precios imbéciles —o precios rusos”. (Nota del Autor.)

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