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Posts etiquetados ‘High Tea’

MARY BARTON ~ ELIZABETH GASKELL (PDF)

viernes, noviembre 7th, 2014

MARY BARTON PORTADA Queridos amigos de esta dacha virtual: debajo iré pegando los enlaces para la lectura de nuestra nueva novela. Prepárense una tetera con su té preferido y disfrútenlos. Recuerden que nos encontraremos para leer las últimas páginas juntos y compartir un bello chaepítie. Que tengan un hermoso fin de semana.
Gabriela

 

 

 

MARY BARTON.PDF -págs 1 a 39-
MARY BARTON.PDF -pags 40 a 59-
MARY BARTON.PDF -pags 60 a 86-
MARY BARTON.PDF -pags 87 a 118-
MARY BARTON.PDF -pags 119 a 154-
MARY BARTON.PDF -pags 155 a 188-
MARY BARTON.PDF -pags 189 a 226-
MARY BARTON.PDF -pags 227 a 258-
MARY BARTON.PDF -pags 259 a 290-
MARY BARTON.PDF -pags 291 a 321-
MARY BARTON.PDF -pags 321 a 338-
MARY BARTON.PDF -pags 339 a 357-
MARY BARTON.PDF -pags 358 a 406-

EL TÉ Y LA CLASE OBRERA EN GRAN BRETAÑA (Traducción: Gabriela Chromoy)

miércoles, agosto 6th, 2014

Thomas-Benjamin-Kennington-Chatterboxes

La clase obrera tomaba el té en un contexto cultural diferente al de la burguesía. Miles trabajaban en las fábricas que eran propiedad de -o estaban administradas por- los maridos de las mujeres de clase media que ofrecían “tea parties” en sus casas.

El Té, para la clase obrera, era una sustancia que constituía un descanso del trabajo, un breve tiempo de descanso para socializar con los demás trabajadores y juntar fuerzas para terminar el día. No sólo era un recreo del trabajo, sino que la cafeína y el azúcar del té caliente daban la sensación de haber comido algo. El té hacía que cualquier alimento pareciera una comida caliente, y era bebido en grandes cantidades entre la clase obrera, como antes se bebía cerveza. ¿Por qué este cambio de bebidas alcohólicas tradicionales por té, una bebida que había sido un lujo extranjero durante los dos últimos siglos?

Las clases trabajadoras consumieron té desde el siglo XVIII, como indica un panfleto escrito en 1765 contra el uso de té, ya que creaba mucho gasto para el reino, en el que era «…el lujo común de todas las camareras, costureras y las esposas de los comerciantes, tanto en la ciudad como en el campo…»(Swift 1765: 199). Sin embargo, el té no llegó a estar ampliamente disponible y asequible, para las clases trabajadoras, hasta mediados a finales del siglo XIX.
Por el 1830, el té era un «lujo» necesario para muchos en la clase obrera (Harrison, 1971: 38). Los años 1870 y 1880 marcaron la introducción de té negro barato de Sri Lanka en el mercado de Gran Bretaña. Esto, sumado al aumento en el comercio de las carabelas de té que se inició en las décadas de 1830 y 1840, ayudó a que el precio del té fuera relativamente bajo. A mediados del siglo XIX, un nuevo énfasis en la moralidad dio origen al movimiento popular antialcohólico, y la clase trabajadora necesitó encontrar un sustituto barato del alcohol. El Té barato llegó exactamente en el momento preciso de la historia para ocupar este lugar.

El movimiento antialcohólico tuvo sus inicios en 1791, cuando un grupo de cuáqueros se unió a otros en contra de la esclavitud y se abstuvo del consumo de azúcar y ron, ya que ambas sustancias eran producidas por mano de obra esclava. El movimiento se expandió, incluyendo la abstinencia de todas las bebidas alcohólicas. El té fue elegido como una de las bebidas alternativas al alcohol, posiblemente en relación a la elección previa que Catalina de Braganza hizo del té como sustituto del mismo.

Antes del siglo XVIII, el alcohol era una de las pocas bebidas no contaminadas a disposición de la clase obrera. Las fuentes de agua eran, a menudo, impuras y difíciles de obtener, y la leche no se trataba adecuadamente a fin de evitar el crecimiento de bacterias. A principios del 1800, comenzó el suministro de agua a través de cañerías de agua limpia; el agua llegó, entonces, a mayor número de personas que nunca antes. En 1840, el movimiento antialcohólico se había convertido en un poderoso movimiento de la clase obrera, y si bien había soda y cerveza de jengibre, éstas eran más costosas que el té, por tanto el consumo de té per cápita aumentó considerablemente (Harrison, 1971: 38-100).

En el Siglo XIX, la dieta de la clase obrera era extremadamente mala. Los salarios más altos del siglo XVIII no continuaron en el siguiente, y la desnutrición entre la clase obrera era un gran problema, ya que las principales fuentes de nutrición eran el pan, las papas y el té fuerte. Para 1871 la persona británica promedio consumía cerca de cuatro libras (casi dos kilos) de té en un año (Drummond y Wilbraham 1939: 390).

El consumo de té entre las clases trabajadoras era muy diferente de la compleja serie de etiquetas que rodeaban al té en la burguesía. Había cierto grado de emulación de la burguesía tanto en el cambio de alcohol por té como en el consumo de té sobre otras bebidas disponibles. Sin embargo, la forma en que el té se bebía y el significado que se le daba a su consumo eran completamente diferentes para la clase obrera.

El High Tea (Té cena), que mucha gente confunde con el Afternoon Tea (té de la tarde), tomó el lugar de la cena, cuando no podía accederse a una adecuada comida caliente. El High Tea era una comida familiar que se llevaba a cabo en algún momento entre las 5 y las 7 de la tarde. Era mucho más sustancioso que los pocos sándwiches y pasteles servidos en un Afternoon Tea de la burguesía. Se servían uno o dos pequeños platos calientes junto con carnes frías como pollo, jamón, carnes de caza, ensalada y pasteles o tartas. El Té se convirtió en parte de una comida más grande, esfumándose en un segundo plano al pasar de la mesa al aparador.

Para los miembros de la clase obrera, el té no fue un artículo de lujo, sino una necesidad diaria.

Fuente: Kendra Wilhelm

Obra: Thomas Benjamin Kennington: Chatterboxes

TÉ LITERARIO – MARY BARTON – ELIZABETH GASKELL

miércoles, agosto 6th, 2014

MARY BARTON PORTADA

ÚLTIMO TÉ LITERARIO DEL 2014 – Buenas tardes, dachas queridas. Nos debía un té inglés. Con la historia de Invierno en Kiev, ustedes supieron del paso de mis ancestros por Inglaterra, en su migrar errante que culminó en Argentina (por lo menos hasta esta rama del árbol que soy yo). Mi bisabuela vivió en Londres desde 1890 hasta 1908, en la Historia esto es la última parte de la Segunda Revolución Industrial y también el final de la Era Victoriana, con todo lo que esto implica, bueno y malo. Y entonces, haciendo honor a lo que de ella fue transmitido a través de las generaciones, sobre todo, a través de las mujeres de la familia, elegí para contarles el «té inglés» esta historia, que comenzaré a dejar aquí, a partir del viernes 8 de Agosto.

Quiero que entiendan la elección que hice, desde la cuestión de género y desde mi necesidad de reivindicar una bebida que el imaginario popular tacha de burguesa y aristocrática. Elizabeth Gaskell fue una de las mejores y más críticas escritoras «feministas» de la Inglaterra del Siglo XIX que, proveniendo de la clase media, se atrevió a mostrar la desgracia de la clase trabajadora y de la mujer de la Era Victoriana.
Quiero mostrarles que el té inglés no es, solamente, el Té de la tarde de puntillas y sombreros; que hubo un té inglés más lavado, bebido con algo de azúcar, y preparado con agua hervida como única forma de obtener una bebida no contaminada que no fuera cerveza, acompañado, con suerte, con los únicos bocados del día, antes de irse a dormir, y que era (y, en algunos lugares, todavía es) el té de la clase obrera.

ELIZABETH GLEGHORN STEVENSON (Gaskell de casada) nació en Londres en 1810, hija de un pastor de la Iglesia unitaria inglesa, además de funcionario y periodista. Al fallecer su madre, fue educada por una tía en el pueblecito de Knutsford. En 1832 contrajo matrimonio con William Gaskell, ministro unitario, y la pareja se estableció en Manchester, en aquellos momentos una ciudad superpoblada y socialmente conflictiva, sometida a las secuelas de la Revolución Industrial. El choque que supuso el contacto con esta sociedad quedaría reflejado en varias de sus novelas, especialmente en la primera, Mary Barton (1848), que inmediatamente alcanzó un gran éxito, y Norte y Sur (1855).

Para cerrar el invierno, les propongo preparar sus teteras para hacer un viaje en el tiempo e ir leyendo, juntos, cada uno en su dacha, esta maravillosa pieza, analizando los temas que ustedes vayan planteando como más interesantes, una vez concluída. Todos los viernes publicaré un archivo, en esta página, y coronaremos el ciclo con un chaepítie (o, en este caso, un High Tea), lectura y debate, tal como hicimos con Tolstoy-Anna Karenina, Turguéniev-Aguas de Primavera y Buck-Peonía. Los espero.

High Tea: el Té de la Clase Trabajadora

viernes, julio 4th, 2014

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GUUUUUUDMOOOORNING! Después de tantos días de ausencia, me meto a la bañera y abro este fin de semana con una obra de la, para mí, revolucionaria Lee Price, que retrató inteligente y magníficamente la difícil relación que tenemos las mujeres con nuestro cuerpo, nuestra imagen, nuestro rol, la comida y la bebida. ¿Por qué? Porque quiero proponerles una novela, también, revolucionaria. Quiero proponerles meternos en La Historia. Sí, otra vez. Pero esta vez, con una historia de las tantas de la Gran Historia que se llamó Revolución Industrial. Elegí, para eso, a Elizabeth Gaskell, una de las mejores y más críticas escritoras «feministas» de la Inglaterra del Siglo XIX. Quiero mostrarles que el té inglés no es, solamente, el faifoclokchí de puntillas y sombreros; que hubo un té inglés más lavado, bebido con algo de azúcar, y preparado con agua hervida como única forma de obtener una bebida no contaminada que no fuera cerveza, acompañado, con suerte, con los únicos bocados del día, antes de irse a dormir, y que era (y, en algunos lugares, todavía es) el té de la clase trabajadora. La novela es «MARY BARTON», y nos va a contar muchas, muchísimas cosas que, les aseguro, nos van a conmover hasta las tripas. Comenzaremos, si me acompañan, luego de las Vacaciones de Invierno de los chicos. Mismo formato: Té literario, en entregas, con final feliz ya veremos dónde.
«…Pero estoy seguro de esto: cuando Dios concede una bendición, ésta siempre lleva implícito un deber; y el deber de quienes son felices es ayudar a los que sufren a sobrellevar su aflicción.»

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